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La obra de Dios en la santificación

Generalmente, quienes hablan de la vida victoriosa enfatizan, o la obra de Cristo que mora en el creyente para santificación, o el ministerio del Espíritu Santo. En verdad, las Escrituras nos enseñan que todas las personas de la divinidad tienen un ministerio a este respecto. En la ilustración de la vid y los pámpanos, nuestro Señor declara que el padre es el labrador que limpia y quita los pámpanos que no llevan fruto para que la vid lleve más fruto (Jn. 15:2). Es al Padre a quien Jesús dirige su oración: « Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad» (Jn. 17: 17). También el apóstol Pablo pedía que «el mismo Dios de paz os santifique por completo» (1 Ts. 5:23).
También el Hijo desarrolla un papel principal en la santificación del creyente. Es Cristo quien habita en el creyente y por su poder el cristiano está capacitado para vivir una vida que agrade a Dios (Gá. 2:20). El propósito del Señor es «santificar y limpiar» la iglesia para poder presentarla sin mancha en el día de su aparición (Ef. 5:26, 27; cp. Col. 1 :22). La muerte del Señor es la base de nuestra santificación posicional (He. 13 :12; cp. 10: 10) y el mismo Señor viene designado en esa epístola como el agente de la santificación progresiva (He. 2: 1 1 ; tanto el participio como el verbo están ambos en tiempo presente en el griego, indicando una acción continuada). Y, sin embargo, para ser fiel al énfasis de las Escrituras debemos observar que la obra del Espíritu Santo tiene prominencia en el proceso de santificación. El fin de la santificación es la conformidad a la imagen de Cristo, y es el Espíritu quien nos transforma de gloria en gloria en la misma imagen» (2 Co. 3 : 1 8). Por el poder del Espíritu Santo « hacemos morir las obras de la carne» (Ro. 8: 13).
El Espíritu Santo es el Espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Cristo (Ef. 1 : 17). El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu (Ro. 5:5). Y desde luego, la mejor descripción de una semejanza a Cristo se encuentra en la lista de los frutos del Espíritu (Gá. 5:22, 23). El trabajo claro que realiza el Espíritu Santo dentro de cada creyente opera en la vida de modo efectivo y continuo para que cada uno pueda ser lleno de la plenitud de Dios y obre dignamente, según el llamamiento con que hemos sido llamados.
Estudie este y otros temas en el curso Equilibrio en la Vida Cristiana, disponible en el Ciclo de Vida y Hogar Cristiano.

Escrito por:   Charles Ryrie.    Fecha de publicación  5/6/2011 4:08 PM
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