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Mientras caminaba sobre el agua, se hundió - Cincelado por la mano del Maestro
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En
seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de
él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la
noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada
por las olas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de
la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos,
viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: !!Un fantasma! Y
dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo:
!!Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo:
Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo:
Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a
Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a
hundirse, dio voces, diciendo: !!Señor, sálvame! Al momento Jesús,
extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: !!Hombre de poca fe! ¿Por
qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento.
Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo:
Verdaderamente eres Hijo de Dios. Mateo 14:22-36
Durante
nuestra visita a la ciudad de Leipzig, Alemania, el guía señaló un
monumento de Goethe, el autor de "Fausto" . La cabeza de la estatua está
volteada hacia la universidad, mientras sus pies apuntan en dirección
al bar cervecero Auerbach ¡Qué cuadro tan gráfico sobre cómo nuestras
lealtades compiten! Cada
uno de nosotros lucha con una lealtad en conflicto; amamos a Cristo,
pero nos distraemos por la seducción de nuestra naturaleza pecaminosa
interna, y por la presión de las circunstancias externas. Estas voces
que nos urgen, compiten para ganar nuestra alianza, y a
veces sentimos que nuestra fe en Dios es poco poderosa para sobrellevar
las tormentas. Un amigo mío, con una enfermedad rara, fue fiel a Cristo
por muchos años, pero finalmente optó por lanzarse de cabeza a la
rebelión del mundo, y antes de su muerte prematura, a causa del alcohol,
dijo: "Sencillamente Dios me tentó más de lo que podía soportar". ¿Cómo
podemos triunfar en nuestro caminar con Cristo? ¿Cómo podemos ir tras
El sin ser distraídos por el mundo, la carne y el diablo? ¿Cómo podemos
seguirle con todo el corazón, al tiempo que lo hacemos con la cabeza y
con los pies? ¿Cómo manejamos los temores que nos pueden hundir? En
Mateo 14:22-36, Cristo le enseñó a Pedro cómo sobrevivir a una
tormenta. Si iba a ser un hombre fiel a pesar de la poderosa e inminente
oposición, tendría que aprender el secreto de pararse firme en contra
de los vientos. Nuevamente el Maestro por excelencia, optó por emplear
una experiencia común para enseñar una lección no común. Una tormenta en
Galilea se tornaría en el prototipo de las tormentas de la vida. Cristo
acababa de alimentar a 5.000 hombres (el número total de la multitud
pudo haber sido entre 10.000 y 15.000 personas, incluyendo las mujeres y
los niños) , con cinco panes y dos peces. Como era de esperarse, la
multitud estaba impresionada. ¿No sería maravilloso coronar como rey a
un hombre así? Moisés había alimentado a los israelitas con pan; tenía
sentido que el Mesías sobrepasara a Moisés, sólo si alimentaba al pueblo
hambriento. La multitud seguía a Cristo con la esperanza que no se les
escapara. Ellos lo lanzarían como candidato para ser rey mediante la
aclamación, sin importar si a Él le interesaba el cargo o no.
Ciertamente sería persuadido a aceptar esa honrosa posición con
suficientes aclamaciones a su favor. Como sucedió con mucha frecuencia,
Cristo los desmotivó escapándoseles. En Juan leemos: Pero entendiendo
Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a
retirarse al monte él solo (Jn. 6:15). Jesús no fue seducido por la
alabanza. Con calma urgió a sus discípulos a entrar en la barca e ir
delante de El al otro lado mientras despedía a las multitudes. Deshizo
los planes de los forjadores de reyes, y se escapó a las montañas de
Galilea para orar. Quizá pasó allí sólo, unas siete u ocho horas en la
presencia de su Padre celestial. El
corazón de nuestro Señor constantemente buscaba deleitarse en el compañerismo con el Padre, así como una brújula apunta al norte cuando
no está obstruida. Él utilizaba cada oportunidad que tenía para
comunicarse con Aquel quien le había enviado. Allí, en la cumbre, nuevamente
la voluntad de su Padre se hizo clara, y la sumisión del Hijo se
reafirmó. El sabía que en esta oportunidad había sido enviado al mundo
para ser Salvador, y no rey. Aún
mientras oraba, Jesús sabía que sus discípulos debían aprender a
confiar en su presencia aunque estuviera físicamente ausente de ellos.
Así como la pájara empuja a sus polluelos del nido para que comiencen su
propio vuelo, Cristo deseaba que los discípulos estuviesen solos en la
tormenta venidera. Aunque se encontraran más allá de su visión física,
estos hombres eran el centro de su cuidado y atención. Aprenda de Pedro cómo Dios moldea nuestro carácter a su semejanza. Encuentra estas lecciones en el Ciclo de Estudios Personajes Bíblicos.
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Escrito por:
E. Lutzer - Cincelado por la mano del Maestro
Fecha de publicación
10/14/2011 1:39 PM
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