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Nuestro Amparo
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“En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto Tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron” (Sal. 9:10). Este versículo llenó mi alma al leerlo desde la experiencia personal. Primeramente está la confianza en Dios, o si preferimos, el Dios que es confiable. Nadie puede saber si es confiable o no a no ser que conozcan tu nombre. Conocer no es asunto intelectual sino vivencial, es decir, se usa para hablar de relación de vida. Este verbo hace referencia a la relación íntima en el matrimonio. Conocer a Dios, es mucho más que saber de Dios. Es bueno saber que es digno de confianza, pero es mucho más importante conocer que es confiable porque se conoce su nombre. En este sentido, nombre equivale a persona. Dios es digno de confianza cuando lo conocemos personalmente. Esta confianza nace de la experiencia que sigue: por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron. Esto si que tiene que ver con la experiencia personal. Es posible que en nuestra vida haya habido momentos en que realmente nos sentíamos desamparados. Tal vez había gente a nuestro alrededor que buscaban alentarnos con sus palabras, pero, nos sentíamos solos en medio de todos. Soledad en el alma, largo el camino, andadura difícil, insuperable. No entendíamos las razones y, de alguna manera, nos sentíamos como si Dios nos hubiese desamparado. Pero, en medio de todo ese trance difícil, lo buscamos a Él. ¡Como recuerdo una experiencia que creo que compartí en algún momento! Era el una mañana temprano y yo salí a caminar por el bosque cercano al lugar de la Escuela Bíblica de Verano. Me sentía afligido, triste, sin ilusión alguna, solo… la vida era una carga insoportable. Llegue a un lugar donde había un gran roble y me dejé caer de rodillas al lado de una raíz que sobresalía de la tierra, incliné mi cabeza, dejé que el llanto fluyera cuanto quiso y en medio de todo ese torbellino, dije al Señor: No puedo más, no quiero seguir así. De pronto vino una calma a mi alma como no había sentido antes. Era el Dios fiel que iniciaba el tratamiento curativo para mi alma, que por medio de su Espíritu me hacia sentir que Él tenía un plan nuevo para mí. Yo lo desconocía. Desconocía su propósito y desconocía lo que iba a ser, pero, allí me levanté y comencé a caminar en un camino nuevo con una nueva esperanza. ¿No es también la experiencia de los grandes hombres de Dios en el tiempo? Moisés clamó ante un mar que cerraba el paso y Dios actuó abriendo las aguas. Elías oró y el cielo envió lluvia después de una larga sequía. El Señor clamó al Padre en la agonía de Getsemaní y “fue oído por su temor reverente” (He. 5:7). No importa cual sea la circunstancia por la que estés pasando. El versículo tiene un promesa de Dios para ti, que debes hacerla tuya por la fe. Nadie que busque a Dios será desamparado por Él. ¿Lo has probado? Es tan sencillo como derramar ahora tu alma delante de Él, colocar tu carga en Su mano y esperar con confianza que Él cumpla su promesa en tu vida. Entonces no solo sabrás que Dios es digno de confianza, conocerás por experiencia propia que es así. Bien podemos amar, servir, ensalzar en nuestras vidas a este admirable Dios, nuestra seguridad y nuestra esperanza.
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Escrito por:
Pastor Samuel Pérez Millos
Fecha de publicación
6/18/2012 1:15 PM
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