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Aprender a Distinguir
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"Y ustedes volverán a distinguir entre los buenos y los malos, entre los que sirven a Dios y los que no le sirven." Malaquías 3:18 (NVI) En 1498 Miguel Ángel hizo la estatua "La Piedad", la escultura de mármol que está en la basílica de San Pedro, en Roma. En la obra María tiene en sus brazos el cuerpo de Jesús recién bajado de la cruz. En 1972 un loco la atacó con una maza. La estatua se quebró en distintas partes, pero gracias al trabajo de los restauradores, la gente puede seguir contemplando esa obra, y se alegra por dos motivos: primero por la belleza de la creación y, segundo, por la belleza de la restauración. Sin dudas, es fácil distinguir quienes son los buenos y quienes los malos en esta historia. La humanidad entera está agradecida a los desconocidos restauradores que repararon lo que un desquiciado rompió tan fácil y tan rápido. Pero no siempre es tan sencillo encontrar la diferencia. En estos días grises donde el límite está tan difuso, es complicado encontrar una verdad unívoca. Todo parece relativo, nada es seguro, y podemos cambiar de parecer en cualquier momento. Lo que ayer era malo hoy no parece ser tan nocivo y tal vez mañana hasta sea bueno. Lo vemos en los principios éticos de nuestra sociedad, con la despenalización del consumo de drogas, del aborto, del matrimonio entre personas del mismo sexo. Con la liviandad con la que se estimula la mentira, la infidelidad, el robo. Los principios que hasta hace veinte años eran firmes, hoy son completamente móviles. Y lo más terrible es que esta liviandad de pensamiento está también dentro de la iglesia y los cristianos perdimos esta capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo. No es culpa de la sociedad, ni de la tecnología. Es culpa tuya y mía. Dios no ha cambiado. Dios sigue siendo el mismo de siempre, ¡gracias a Dios Él no cambia! Y sus principios siguen invariables desde la eternidad y hasta la eternidad. Dios no ha modificado ni una tilde de sus normas, aunque los seres humanos querríamos hacerlo. La única manera de volver a tener esa capacidad de distinguir es con la plenitud del Espíritu Santo en nuestra vida. Apagarlo es condenarnos a decidir mal. Darle plenitud en nuestra mente, nos garantiza poder distinguir. REFLEXIÓN – ¿No distingues bien? Dale plenitud al Espíritu.
Un gran abrazo y bendiciones
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Escrito por:
Daniel Pérez Cliffe
Fecha de publicación
6/27/2012 9:05 AM
Número de visitantes
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