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Perfecta Orientación
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“Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Éste es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Is.30:21). En cierta ocasión llevaba a un hermano a casa de los familiares de sus padres. Había venido a España desde el extranjero para conocerlos y testificarles de Cristo. Lo único que sabía era el nombre de una tía y del pueblo donde vivía. Era una aldea pequeña con un nombre muy común. Puse el GPS para llegar a destino. El camino era de montaña, muy solitario. Viajábamos de noche y en la carretera no había indicaciones. Llegó un momento en que me sentía inquieto porque no sabía a donde estaba ni a donde iba. Confiaba en la conducción electrónica, pero estaba inseguro. Por fin llegamos a un lugar donde había una casa y preguntamos por las personas que buscábamos. Un hombre que nos atendió señaló con su mano a otra casa que tenía luz en la ventana y nos dirigió a ella. Por fin habíamos llegado y sentí entonces una agradable sensación de paz. Habíamos sido bien orientados. Vuelvo de nuevo al libro de Isaías, donde se encuentran admirables promesas de Dios. Este tiene que ver con la dirección y seguridad en el camino. Generalmente, en las encrucijadas de la vida, sentimos la inquietud al preguntarnos por donde debemos seguir. Una de las situaciones más incómodas es viajar y no tener la seguridad de ir correctamente hacia donde nos dirigimos. Cuando Dios conduce lo hace perfecta y definitivamente bien. El versículo pone a Dios a las espaldas de aquel a quien está conduciendo. La orientación no la hace con la mano, sino con Su voz. Es la mayor dimensión de intimidad y de gloria. Cuando Juan estaba atravesando por la soledad de Patmos sintió la voz admirable del Señor hablando a sus espaldas (Ap. 1), aquí se produce también la misma experiencia. Dios nos está guiando y orientando, como un padre que conduce a su hijo pequeño en el camino correcto bajo la atenta mirada de su amor. El rumbo correcto es desconocido para nosotros, pero perfectamente conocido para Él. No hay nada que pase desapercibido a su conocimiento, por eso puede advertirnos para que no nos apartemos ni a la derecha ni a la izquierda, sino que sigamos continuamente la dirección que Él ha establecido. Cuando el camino está marcado y lo seguimos, siempre llegaremos a un destino bendecido. Puede parecernos dificultoso, solitario, inquietante, doloroso o, incluso, atemorizante, pero es el camino en donde Dios está y se manifiesta orientándonos en cada circunstancia. Él está haciendo esto con nosotros, pero, por nuestra parte hay una necesidad que debemos alcanzar, estar atentos para oír sus indicaciones. Oír su voz requiere estar fuera del ruido del mundo e incluso de nuestras propias voces. Nuestro llanto y gemidos son oídos por nosotros, pero, hemos de acallarlos. Necesitamos guardar atento silencio para oír al Señor, porque su voz no es el rugido del temporal de su omnipotencia, sino en el silbo dulce y apacible de su gracia. Pidamos al Señor que no pase un día de nuestra vida sin que oigamos firmemente su voz para asegurarnos que el camino que estamos llevando es el que corresponde a Su voluntad y gracia. Si nuestro camino es Su camino, podremos pasar por el fuego de la prueba, o por el frío del desaliento con seguridad. Transitaremos por páramos desérticos de total soledad, pero sentiremos la voz de su aliento y gozaremos seguros de Su presencia. Pidamos al Señor que nos permita acallar nuestras voces para oír ahora la suya, que nos está guiando por este mundo hasta el hogar celestial.
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Escrito por:
Pastor Samuel Pérez Millos
Fecha de publicación
7/2/2012 1:54 PM
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