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Dios dirige nuestros pasos
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Fue la presencia del Señor lo que le dio a Moisés la fortaleza y la confianza que necesitaba para dirigir al pueblo de Israel durante su peregrinación en el desierto. Era una tarea difícil dirigir a una desagradecida multitud de antiguos esclavos a quienes estaba tratando de formar como nación, pero perseveró porque el Señor estaba con él. Los acontecimientos registrados en estos dos capítulos (Ex. 17-18) nos revelan lo que la presencia del Señor significa para el pueblo de Dios y sus líderes al ir avanzando en su peregrinaje.
Dios dirige nuestros pasos (Éx. 17:1-7) Al avanzar hacia el monte Sinaí, el pueblo de Israel iba todavía dirigido por la columna de nube durante el día y de fuego por la noche. Pero el Señor todavía estaba llevando a Israel a situaciones de dificultades y pruebas con el fin de demostrar su poder y formar la fe y carácter de ellos. Después de todo, el camino de la vida involucra mucho más que simplemente llegar a la meta. Si no estamos creciendo en la fe, en el conocimiento de Dios y en un carácter piadoso, estamos desaprovechando nuestras oportunidades.
Una prueba que se repite (Ex. 17:1-3). Israel tenía un largo camino que recorrer antes que calificara como pueblo de Dios. Hasta este momento cada nueva prueba que habían experimentado solo había sacado lo peor de ellos. Cuando llegaron a Refidim, en el desierto de Sinaí, se encontraron otra vez sin agua. Ya habían fallado en esta prueba anteriormente, de manera que Dios tenía que probarlos de nuevo. Él había demostrado que era capaz de proveerlos de agua y alimento, ¿por qué, entonces, le reclamaban y altercaban con Moisés? ¡Porque sus corazones estaban todavía en Egipto! Eran culpables de ingratitud e incredulidad, querían regresar a la vieja vida y, en consecuencia, fallaron en pasar la prueba. Cada dificultad que Dios permite que enfrentemos se convertirá en una prueba que nos hará mejores, o en una tentación que nos puede hacer peores, y es nuestra actitud la que determina el resultado final. Si por la incredulidad empezamos a quejarnos y a culpar a Dios, entonces la tentación nos atrapará y nos privará de la oportunidad del crecimiento espiritual. Pero si confiamos en Dios y le dejamos que haga las cosas a su manera, la prueba irá a nuestro favor y no en contra nuestra (Ro. 8:28; Stg. 1:12-15) y nos ayudará a crecer en la gracia. Cuando los creyentes están desconectados de la comunión con el Señor, y están enojados y amargados, por lo general quieren hacer cosas poco razonables que pueden hacer que todo empeore. En este caso, los hebreos querían apedrear a su líder (Ex. 17:5). Es difícil decir cómo cambiaría eso su situación, pero la gente desobediente busca a menudo un chivo expiatorio.
Un recurso seguro (Ex. 17:4-7). Moisés hizo lo que tuvo que hacer frecuentemente como líder: clamó al Señor buscando su ayuda (15:25; 32:30ss; Nm. 11:1, 2; 12:13; 14:13ss). Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (Sal. 46:1). El Señor le instruyó para que tomara a algunos de los ancianos, además de la vara que simbolizaba el poder de Dios (Ex. 7:20), y golpeara la roca a la vista del pueblo. Cuando obedeció, el agua comenzó a brotar a chorros de la roca y satisfizo las necesidades de las personas y del ganado (Sal. 78:15, 16; 105:41; 114:8; Is. 48:21). Un Dios de gracia satisface las necesidades aun de un pueblo descontento.
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Escrito por:
W. Wiersbe - Seamos Libertados
Fecha de publicación
8/2/2012 4:26 PM
Número de visitantes
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