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Una puerta abierta
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“He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.” (Ap. 3:8). ¿Te sientes atrapada, alma mía? ¿Se han ido cerrando poco a poco todas las puertas por donde podrías salir? ¿Estás sola y te sientes atrapada, sin aliento, ni esperanza? Pero, no has visto bien. No todas las puertas se han cerrado para ti. Porque tienes lo que Dios demanda: poca fuerza, amor por la Palabra y fidelidad con el Señor. Es verdad que las fuerzas son nulas, que el amor por la Palabra no tan fuerte como debiera y que la fe es débil y quebradiza. Pero aún así, el Señor ha abierto una puerta y nadie podrá cerrarla. Mírala, alma mía, está delante de ti y ahora mismo puedes entrar por ella. Es la puerta de la comunión con Dios. Ninguna circunstancia, ninguna caída, ningún fracaso personal podrá impedir mi comunión con Dios. Los que viven en el Sinaí rugirán amenazantes, blandiendo la ley condenatoria sobre mi y gritando para atemorizarme a fin de que no use la puerta de la comunión. Pero el que abrió esa puerta me invita a hacerlo. Me ha dado Su justicia, se ha hecho para mi santificación. Mis pecados fueron perdonados y la condenación cancelada en Su obra. Oh, si, puedo entrar por ella para disfrutar de la comunión con Dios y oír al Padre que me llama a gozar de la mesa puesta delante de mí en presencia de mis angustiadores. Puedo ahora refugiarme en Él y sentir, como nunca antes lo haya sentido, que soy objeto de Su amor personal. Podré dejar de ser amado por muchos, incluso por todos, pero nunca dejaré de ser amado por Dios. Es también la puerta de la oración. La ha abierto el Señor para que pase por ella. Posiblemente estoy orando poco, e incluso puede ser que todavía haya estado antes orando menos. Pero puedo pasar al disfrute de una oración sin límites. Puedo dialogar con el Padre celestial para alabarle por todo cuando ha hecho por mí. Puedo orar en intercesión por otros, vale la pena llevar las cargas de ellos ante el Trono de la Gracia. Los amigos pueden ser desleales, incluso los hijos podrán alejarse y los más íntimos abandonarme, pero el Señor no se alejará de mi, todo lo contrario. El Mejor Amigo permanece fiel y puedo contarle toda mi tristeza y entregarle toda mi carga para descansar el Él. La puerta abierta es además la puerta del poder victorioso. Oh, si, Señor, me faltan fuerzas. Estoy cansado y agotado, afligido, entristecido, y a punto de derretirme bajo la fuerza de la llama de la prueba. Sin embargo has abierto la puerta de tus recursos y poder. El Señor me invita a experimentar no mi poder, que es nulo, sino el Suyo. Todo poder le ha sido dado en cielo y tierra y Él está por mí. Necesito poder para vencer la prueba, ahí está el recurso. Lo necesito para levantarme de una caída, está a mi disposición. Tengo necesidad de aliento, ahí está su poder comprometido conmigo, todo lo puedo porque Él me fortalece. Pronto veré esa puerta como de perla, por la que entraré para estar con Él eternamente. Oh, Señor, quiero entrar ahora mismo por la puerta que Tú has abierto para mí.
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Escrito por:
Pastor Samuel Pérez Millos
Fecha de publicación
9/13/2012 12:23 PM
Número de visitantes
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