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Una ambición honorable - Segunda Parte
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“Si alguno aspira a ser supervisor, a noble función aspira”. 1 Timoteo 3:1 (NVI) Pablo
nos insta al trabajo de dirigir la iglesia, la obra más importante del
mundo. Cuando nuestros motivos son los correctos, este trabajo produce
dividendos eternos. Durante los días de Pablo, sólo un profundo amor a
Cristo y una genuina preocupación por la iglesia podía motivar a la
gente a buscar la oportunidad del liderazgo. Pero en muchas culturas de
hoy, donde el liderazgo cristiano conduce al prestigio y privilegio, la
gente aspira al liderazgo por razones totalmente indignas y egoístas, y
así fue que Jeremías le dio a Baruc un consejo simple pero muy sabio: Y
tú buscas para ti grandezas? No las busques... » (Jer. 45:5). El profeta
no condenaba toda ambición como pecado, sino que señalaba la motivación
egoísta que hace de la ambición algo malo: "¿ .. .para ti grandezas?».
El deseo de ser grande no es pecado. La motivación es lo que determina
el carácter de la ambición. Nuestro Señor nunca enseñó en contra del
impulso por las realizaciones superiores, pero expuso y condenó la
motivación indigna. Todos
los cristianos son llamados a desarrollar los talentos que Dios les ha
dado, a sacar el máximo provecho de sus vidas, a desarrollar al máximo
los poderes y capacidades que Dios les ha dado. Pero Jesús enseñó que la
ambición que se centra en el ego es mala. Al hablar a los pastores
jóvenes que estaban por ser ordenados, el gran líder misionero
anglicano, obispo Stephen Neill, dijo: «Me inclino a pensar que la
ambición en cualquier sentido ordinario del término es casi siempre algo
pecaminoso en los hombres ordinarios. Estoy seguro que en el cristiano
es siempre algo pecaminoso, y que es más imperdonable en los pastores
ordenados que en ninguna otra persona.» La
palabra ambición viene de una palabra latina que quiere decir «hacer
campaña para la promoción» . La frase sugiere una variedad de factores:
visibilidad y aprobación social, popularidad, reconocimiento de parte de
los congéneres y el ejercicio de la autoridad sobre otras personas. En
este sentido, la personas ambiciosas gozan del poder que viene con el
dinero y la autoridad. Jesús no tenía tiempo para las ambiciones que
nuestro ego pudiera albergar. El verdadero líder espiritual jamás hará
«campaña para la promoción». A
sus discípulos «ambiciosos» Jesús les anunció una nueva norma de
grandeza: «Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las
naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas
potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera
hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de
vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos» (Mr. 10:42-44).
Consideraremos esta asombrosa declaración en un capítulo más adelante. En
el comienzo de cualquier estudio sobre liderazgo espiritual, este
principio maestro debe enfrentarse con toda equidad: La verdadera
grandeza, el verdadero liderazgo, se encuentra
cuando el líder se dedica a servir a otros, no a engatusar o inducir a
otros a que lo sirvan a él. El verdadero servicio jamás viene sin costo.
A menudo viene con un doloroso bautismo de sufrimiento. Pero el
verdadero líder espiritual centra su atención en el servicio que puede
rendir a Dios y a otras personas, no en los subproductos y adornos del
oficio supremo o título santo. Nuestro objetivo debe ser que pongamos
más dentro de la vida que lo que saquemos de ella. Prepárese
o examine su liderazgo, estudiando el curso Liderazgo Espiritual. Este
curso lo encuentra en el Ciclo de Estudios de Servicio Cristiano.
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Escrito por:
O. Sanders - Liderazgo Espiritual
Fecha de publicación
9/25/2012 4:38 PM
Número de visitantes
6147
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