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Sacrificios de Acción y Gracias

“Y cuando ofreciereis sacrificio de acción de gracias a Jehová, lo sacrificaréis de manera que sea aceptable” (Lv. 22:29).
Dios había determinado que Su pueblo le ofreciese sacrificios. Había varios: de expiación, de holocausto, de paces y también de acción de gracias. Este se tributaba como expresión de gratitud por todos Sus beneficios. Se podía traer como un acto de agradecimiento por respuesta a la oración, por la liberación de un problema, por la sanidad de una enfermedad, por la conclusión de una prueba. También expresaba el cumplimiento de una promesa hecha a Dios. Pero, podía ser sencillamente un acto voluntario de reconocimiento, en el que se agradecía lo que Señor hacía continuamente, favores conocidos o ignorados, como el salmista dice: “Bendice alma mía a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios” (Sal. 103:2).
Generalmente somos dados a pedir, pero no siempre estamos en disposición de agradecer lo que recibimos de Dios. Tenemos motivos para ofrecerle siempre un sacrificio de acción de gracias. El nos ha librado del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino de Su amado Hijo (Col. 1:13). Esa liberación ha costado la sangre de Jesús. Además, bien podemos agradecerle por la posición que ahora ocupamos, “mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 P. 2:9). Toda vía más. Aparentemente estamos atravesando un desierto, con peligros, dificultades, angustias y tristezas, sin embargo ya “estamos sentados con Cristo en lugares celestiales” (Ef. 2:6). Es necesario que le agradezcamos también por Su cuidado constante en las pruebas. Los conflictos y las tentaciones nunca superarán nuestras fuerzas porque Él “dará también la salida, para que podamos soportar” (1 Co. 10:13). A lo largo del tiempo de peregrinación, nunca nos ha faltado provisión y sustento. Si no sentimos el alivio a la carga pesada que llevamos es porque aún no se la hemos entregado totalmente: “echa sobre Jehová tu carga, y Él te sustentará” (Sal. 55:22). Dios hace mucho más que quitarnos la carga, nos sostiene a nosotros para que podamos seguir llevándola.
Es posible que esté atravesando por momentos difíciles en donde las noches son eternas y los días transcurren con lentitud. Pero, aún en así, debo estar agradecido. Si las pruebas son por causa del testimonio, entonces debo saber que no sólo me ha concedido que “crea en Cristo, sino también que padezca por Él” (Fil. 1:29). Aun más, cuando en mi alma, a causa de la aflicción, se produce una pregunta para la que no tengo respuesta, y en medio de la tristeza mi corazón clama ¿por qué, Señor?, debo entender que Sus pensamientos son demasiado altos para que pudiera comprenderlo, pero, también debo recordar que Su misericordia es tan grande que tiene provisión suficiente para las mayores angustias y las más profundas tristezas. Es ahora que quiero dejar a un lado lo que pudiera limitar mi gratitud al Señor. Sé que un día en Su presencia veré que todos sus caminos han sido buenos para mí, entonces le rendiré un perpetuo sacrificio de acción de gracias. Pero, mientras tanto digo “Señor: Permíteme que hoy te ofrezca mi gratitud, de forma que te sea agradable”.

Escrito por:   Pastor Samuel Pérez Millos    Fecha de publicación  10/10/2013 1:33 PM
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