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Todo para bien
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“Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman” (Ro. 8:28 NVI).
Hay muchas cosas que ignoramos, pero hay algo que sabemos con certeza: las situaciones adversas son fácilmente superables cuando se tiene la certeza de cuanto Dios está haciendo a favor de los nosotros y cuanto ha hecho ya. Sabemos en el sentido de tener seguridad plena. Es un conocimiento mas que intelectual, experimental. Las promesas de la Escritura son base de seguridad. En el día del mal promete ocultarnos en lo reservado de Su morada (Sal. 27:5); en situaciones límites cuando los enemigos rodeen, será Él mismo protección y refugio personal (Sal. 34:7-10); es Dios quien promete romper el yugo de opresión y desatar las cuerdas de esclavitud (Nah. 1:13).
La acción divina tiene unos destinatarios: los que aman a Dios, esto es, los que hemos creído en Él y somos sus hijos. Le amamos porque Él nos amó primero (1 Jn. 4:16). Conocemos que también somos amados por Él y hemos sentido su amor hacia nosotros, de modo que podemos decir que “siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8). Es desde la Cruz que Dios expresa sin palabras la grandeza de su amor. Conociéndolo podemos decir admirados: “El Señor me amó y se entregó a sí mismo por mi” (Gá. 2:20).
Para nosotros orienta Dios todas las cosas para bien, en sentido de todo cuanto ocurra en nuestra vida. Las pruebas y el sufrimiento son para bien de los suyos (Ro. 8:18; Stg. 1:35). Lo que para José era una angustia cuando fue vendido por sus hermanos y hecho esclavo en Egipto, Dios lo revirtió, como él mismo decía: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien... para mantener la vida a mucho pueblo” (Gn. 50:20). Aquellos que aman a Dios, tienen a su servicio los ángeles de Dios, en un ministerio de gracia que Él establece para ellos (He. 1:14). Incluso Satanás está bajo el control divino y nada podrá hacernos sin el consentimiento de quien establece los límites en la prueba (Job. 1:12; 2:6). Nuestro Padre nos da solo buenas dádivas (Stg. 1:17), por tanto, nada hay que no sea conducido para nuestro bien. Debemos sentir esta verdad para conocer que nuestros problemas son el camino de Dios para bendecirnos. Es posible que en estos momentos, las dificultades estén afectando nuestras vidas. Es posible que al hacer frente a todo eso preguntemos: ¿Por qué, Señor? y no tengamos respuesta. Pero la fe toma alas en medio de la prueba y como firme ancla que pasa hasta dentro del velo, dice confiadamente: “Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi liberación eres tú; Dios mío no te tardes” (Sal. 40:17).
Cuando esté pasando por circunstancias adversas; cuando haya aflicciones que me parezca imposible superar; cuando mi fe desfallezca por las angustias de la vida; cuando las lágrimas llenen los estanques; cuando el valle de sombra de muerte me envuelva y el temor estremezca mi alma, esta verdad vendrá a mi para afirmar mi fe: “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de quienes lo aman”.
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Escrito por:
Pastor Samuel Pérez Millos.
Fecha de publicación
11/16/2016 8:59 AM
Número de visitantes
12878
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