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Allí le veréis

“Él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis” (Mr. 16:7).
Esta semana estoy con un grupo de hermanos recorriendo Israel. En la visita a la tierra en donde estuvo Jesús, uno de los lugares con más intensidad emotiva es Galilea. Allí fue la zona donde más tiempo estuvo el Señor, donde más señales hizo, donde enseñó a los discípulos y a la gente que se reunía para escuchar. Pensando en esto acudió a mi mente el texto que se considera. Un tanto extraño. Había resucitado en Jerusalén, allí estaban los discípulos que le habían acompañado durante los años de ministerio, las mujeres que habían subido a la celebración de la Pascua, su madre y muchos de sus amigos. ¿Por qué hacerles subir a Galilea? ¿Por qué cruzar una gran parte del país para verle? No tenemos respuesta a nuestras preguntas pero hay muchas referencias a lo que Galilea significaba para todos, especialmente para los discípulos.
Galilea era el lugar del llamamiento al discipulado. Fue allí donde el Señor, caminando por la ribera del mar, llamó a los cuatro pescadores para que le siguiesen. También en Galilea llamó a Mateo para que dejase el banco de los tributos y caminara tras Él. Aquellos hombres que asumirían la proclamación del evangelio y el establecimiento de las iglesias necesitaban el recuerdo del llamamiento de Jesús para un seguimiento fiel cuando no estuviesen con Él.

Galilea era el lugar de los milagros. La sanidad de enfermos, la resurrección de muertos y la liberación de endemoniados era una gran ejemplo del poder de Jesús. En la mente de ellos estaba también la tempestad calmada por la autoridad del Señor. En la andadura desde Su ascensión a la gloria, tendrían que afrontar muchos momentos difíciles, tal vez angustiosos, persecuciones y la muerte de algunos de ellos. Por eso era necesario que subiesen a Galilea y el recuerdo personal de los hechos poderosos de Jesús les sirviese en los conflictos venideros, afrontándolos con tranquilidad porque el Dios de los milagros estaba con ellos.

Galilea era el lugar de la confesión. Los hombres no tenían claro quién era el Señor, pero los Doce habían testificado que era el Hijo de Dios. La gloria de Cristo tapa cualquier otra gloria del mundo. En la medida que pudiesen tener una clara visión de Cristo, nada podía haber que debilitase su servicio, nada que les exaltase, porque sólo el Señor es digno de ser ensalzado.

Galilea era el lugar de la restauración. Allí se produjo el encuentro con quien le había negado. Allí las preguntas del Señor demandándole una confesión de amor. Tres veces la misma interrogación. No era para que las tres negaciones quedasen espiritualmente resueltas por las tres declaraciones de amor. Era para que Pedro y todos nosotros aprendiésemos la lección de que sólo es posible pastorear las ovejas, servir en el ministerio, cuando el amor impulsa la acción. Hoy el Señor viene a nosotros con esta misma invitación: “Sube a Galilea, allí me verás”. Sí, debo caminar sobre la senda de los recuerdos de relación con Él. Debo preguntarme si le estoy siguiendo con fidelidad, si Su poder es real en mi vida, si he resuelto cualquier problema espiritual y he sido restaurado. Bien puedo decirle, Señor, permíteme subir a mi Galilea personal, porque necesito verte hoy.

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Escrito por: Pastor Samuel Pérez Millos Fecha de publicación 2/6/2017 1:00 PM
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