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Buscadme, y viviréis
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“Buscadme, y viviréis” (Am. 5:4). Sólo tres palabras son suficientes para alentar nuestra vida. Como todo lo que Dios establece lo hace a modo de mandamiento. No es un ruego, sino una instrucción que debe ser cumplida. Dios promete un cambio en el rumbo de nuestra vida en la medida en que obedeciendo su voz le busquemos. Leyendo toda la profecía se aprecia que los creyentes de aquellos días habían acudido a dos santuarios, pero seguían en la misma aflicción. El Señor les dice que tuvieron que apartar tiempo para la práctica religiosa y, en lugar de eso, deben apartar tiempo para Él. La promesa suya es grande: “Buscadme, y viviréis”.
La palabra buscar significa aquí alcanzar una relación estrecha con Dios. Esto exige prestar atención a su Palabra y caminar conforme a su voluntad, como Él mismo dice: “... escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a Él; porque Él es vida para ti...” (Dt. 30:19-20). La palabra vivir tiene que ver con reencontrar la vida, revivir, cuando la debilidad, la enfermedad y la muerte afectan al creyente. No se trata de gozar de buena salud, o disfrutar la abundancia y la prosperidad, sino conocer a Dios que es la razón fundamental de la vida.
La vida es un don que Él concede en plenitud a los que le aman y le obedecen. La paz no es ausencia de guerra, ni el gozo es vida sin pruebas. La paz y el gozo son el resultado de la relación con Dios y de la obra de Dios en nosotros. En medio de los mayores problemas y de las inquietudes más grandes podemos sentir profunda paz cuando Cristo es una realidad en nosotros, porque “Él es nuestra paz” (Ef. 2:14). En medio de las lágrimas y las pruebas, de las afrentas y angustias, el gozo se incrementa cuando la relación con el Espíritu es plenitud. Es el momento de encontrar una vida plena, llena de profunda calma y de gloriosa esperanza. Por eso Dios viene a nosotros para decirnos: “Buscadme”.
Cuando le buscamos ganamos conciencia de la grandeza de Dios. Es el Dios transformador. El hizo las pléyades y el Orión (v. 4a), constelaciones que se usaban para marcar el cambio de las estaciones; del frío invierno a la hermosa primavera y a la intensa luz y calor del verano. Es el que “vuelve las tinieblas en mañana” (v. 4b) haciendo desaparecer la oscuridad para traernos a la luz. Es el Dios de los cambios. Con toda seguridad necesitamos sentirlos en nuestras vidas. Es posible que estemos atravesando por momentos difíciles y, tal vez, el desaliento ha hecho presa en nosotros. La vida se ha tornado sin sustancia. Con toda seguridad hemos recurrido a cuanto estaba en nuestras manos, pero no ha hecho efecto en nosotros. Por eso Dios viene a nuestro encuentro ahora para decirnos: “Buscadme”. Además nos dice como se llama, para que no haya extravío en la búsqueda: “Jehová es su nombre” (v. 8). El nombre del Dios que pacta; el Dios de la gracia, la misericordia, el perdón, la restauración, la provisión y la vida. Necesito vida y vida en abundancia. No me detendré ni un momento más, ya que me dice “buscadme” debo acudir a Él, y decirle: Tal como soy sin más decir, que a otro yo no puedo ir, y tú me invitas a venir, bendito Cristo, vengo a ti.
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Escrito por:
Pastor Samuel Pérez Millos.
Fecha de publicación
4/12/2017 11:58 AM
Número de visitantes
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