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Restaurar a un hermano que ha caído
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Si usted ha sido madre o padre de familia, se habrá deleitado viendo a su hija o a su hijo dar sus primeros pasos. Yo recuerdo muy claramente, hasta ahora, luego de más de veinte años, cuando mi hijo pudo dar sus primeros pasos por sí solo. Fue todo un acontecimiento. Mi esposa y yo estábamos tan orgullosos, en un buen sentido, de ese pequeño ser de menos de un año de nacido. Lo contamos a todo mundo. Si hubiera sido posible, hasta lo hubiéramos publicado en los periódicos. Fue grandioso. Pero después de dos o tres pasos juntos venía una caída. Nada doloroso, por supuesto. Pero qué pensaría usted de unos padres que después de ver que su tierno hijo se cae después de dar uno o dos pasos por primera vez, dice algo como esto: Qué decepción, mi hijo acaba de caerse, me ha defraudado. Será mejor que le eche de la casa. Ya no quiero saber nada más de él. ¡Absurdo! ¿Verdad? Pero, pensándolo bien, eso es justamente lo que hacemos muy a menudo cuando vemos a un hermano en la fe que cae en pecado. Por el hecho de haber caído, pensamos que ya es el fin. ¿Qué hubiera sido de la vida de Pedro el Apóstol, si hubiera sido desechado después que negó tres veces a Jesús? ¿Qué hubiera sido de la vida de Pablo, Saulo en ese entonces, después de haber perseguido con crueldad a la naciente iglesia Cristiana? ¿Habría ido Jonás a Nínive a predicar un mensaje de arrepentimiento, si Dios le hubiera desechado después que desobedeció la primera vez que fue llamado para esa obra? Para hacerlo más personal: ¿Estaríamos nosotros hoy donde estamos si Dios nos hubiera rechazado después de haber caído de alguna manera?. Queramos o no queramos admitir, todos tenemos nuestro pasado y sólo por la gracia y la misericordia de Dios hemos sido no sólo perdonados sino que se nos ha otorgado una segunda oportunidad para el servicio. ¿Qué debemos hacer cuando vemos que un hermano en la fe cae en pecado? Bueno, primero pensemos en las cosas que no debemos hacer.
Primero, no debemos quedarnos callados. A veces pensamos que si no hacemos nada vamos a ayudar al hermano que ha caído. Pero esto sería un silencio cómplice. Sería como estar de acuerdo con lo que el hermano ha hecho. A lo mejor el hermano que cayó en pecado piensa que no hay nada de malo en lo que ha hecho. Alguien tiene que decirle que lo que hizo ofendió a Dios. No es correcto quedarse callado cuando se ve que un hermano ha caído en pecado.
Segundo, no debemos alegrarnos porque el hermano ha caído en pecado. A veces se ve esta reacción, especialmente cuando el que ha caído en pecado era alguien con quien no teníamos una buena relación. La caída en pecado de cualquier creyente, siempre debe ser motivo de profunda tristeza para los demás creyentes.
Tercero, no debemos jactarnos de nuestra capacidad de mantenernos firmes. Todos tenemos el potencial de cometer lo peor que podemos imaginar. Si no lo hemos hecho ha sido simplemente porque Dios nos ha cubierto con su gracia. Por eso es que 1ª Corintios 10:12 dice: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.”
Cuarto, no debemos horrorizarnos por lo sucedido. Evitemos rasgarnos las vestiduras, especialmente si la caída es en un área de la vida cristiana donde nosotros también estamos luchando por no caer.
Quinto, no debemos chismear. Esta quizá es la tendencia más común cuando vemos que un hermano ha caído en pecado. La lengua se pone en acción inmediatamente para esparcir el chisme a cuantos sea posible. En ocasiones inclusive podemos disfrazar el chisme diciendo que estamos sólo compartiendo un motivo de oración.
Ahora que sabemos lo que no debemos hacer veamos qué es lo que debemos hacer.
En primer lugar, y lo más importante medida es restaurar al hermano que ha caído. Esto es lo que recomienda Gálatas 6:1 donde dice: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.” Esta instrucción de Pablo está dirigida primeramente a los creyentes, pero no a todos los creyentes, sino a aquellos que son espirituales. Esto significa a aquellos creyentes que están llenos o controlados por el Espíritu Santo. Si un creyente anda en pecado, no es un creyente espiritual y por tanto no está en capacidad de restaurar a otro creyente que ha pecado. El verbo restaurar es un verbo muy interesante en el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento. - Katartizo es un verbo que se utilizaba en el campo de la pesca para hablar de remendar una red para pescar. El pecado en un creyente es comparable a un agujero en una red de pecar. Es necesario que alguien remiende ese agujero para que esa red pueda seguir atrapando peces. - Katartizo es un verbo que también se utilizaba en el campo de la medicina, para hablar de un hueso que se había dislocado y necesitaba volver a ser puesto en su lugar. Un creyente que cae en pecado es como un hueso dislocado, necesita que alguien lo ponga de vuelta en su lugar. - Katartizo se usaba también en el campo militar, para hablar de alguien que estaba equipado completamente para entrar en batalla. Un creyente que peca es como un soldado que no tiene todo el equipo para la batalla. Necesita que alguien le provea de ese equipo. Los creyentes espirituales son los que deben restaurar a un hermano que ha caído en pecado. Son ellos los que van a remendar los huecos que produce el pecado en el hermano caído. Son ellos los que van a poner en su lugar los huesos dislocados que produce el pecado en el hermano que ha caído. Son ellos los que van a equipar completamente al hermano que ha caído para que pueda ser útil en la batalla. Esto es lo que significa restaurar. Es necesario hacerlo con espíritu de mansedumbre, lo cual es uno de los aspectos del fruto del Espíritu Santo. Ese espíritu de mansedumbre hará reflexionar profundamente al creyente espiritual, acerca de su propia fragilidad, para no jactarse de su firmeza ante la tentación.
En segundo lugar, la restauración debe hacerse siguiendo los pasos que dejó el Señor en Mateo 18:15-17 donde dice: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia, y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.”
La restauración se debe hacer por fases.
Primero, en privado, entre el creyente espiritual y el creyente que ha caído. Si esto falla, se debe ir a una segunda etapa, con la presencia de testigos. Si esto falla, se debe ir a una tercera etapa, con la intervención de la iglesia. Si todo esto falla, ese creyente que ha caído y persiste en su pecado, debe ser tenido por gentil y publicano. Esto significa que debe ser sacado de la comunidad de creyentes en la iglesia local. A esto es a lo que Pablo se refiere en 1ª Corintios 5:3-5 donde dice: “Ciertamente yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.” Aun esta medida extrema tiene el propósito de restaurar a un hermano que ha caído en pecado.
En tercer lugar, como parte de la restauración, es necesario mostrar al hermano que ha caído en pecado, el camino correcto por el cual debió haber andado. Esto es lo que se desprende de pasajes como Santiago 5:19-20 donde dice: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.” Se trata de un creyente que ha caído en pecado y otro creyente espiritual ha sido utilizado para restaurar al que ha caído. Dice el texto que el creyente espiritual ha hecho volver al pecador del error de su camino. Esto significa que el creyente espiritual está dedicado a guiar al creyente caído en el camino correcto.
Es sencillo murmurar contra un creyente que ha caído, pero en lugar de murmurar debemos restaurar, señalando el error y mostrando como corregir ese error. Santiago dice que quien tal hace salvará de muerte un alma. Una de las formas de disciplina de Dios al pecador que ha caído en pecado es la muerte. La restauración del pecador que ha caído, perfectamente puede salvar a un creyente caído, de ser disciplinado por Dios con la muerte.
Santiago también dice que cuando un creyente espiritual hace volver al camino correcto a un creyente que ha caído, está cubriendo multitud de pecados. ¿En qué sentido? Pues en el sentido de que ese creyente caído, una vez restaurado, no persistirá más en el pecado, de esta manera se estará evitando, o cubriendo, multitud de pecados.
De modo que, otra característica de la vida auténticamente cristiana es restaurar al hermano que cae en pecado. Tal vez hoy mismo a usted le consta el caso de un hermano que ha caído en pecado. No lo oculte, no se escandalice, no se alegre, no riegue la noticia. Su responsabilidad como creyente espiritual es restaurar a ese hermano que caído con espíritu de mansedumbre.
Todos de alguna manera u otra hemos sido afectados por alguna causa, herida, relación, pecado, fracaso, familia, dolor, etc. ¡Todos de alguna manera necesitamos recuperarnos! Algunos necesitan recuperarse de exceso de trabajo, amargura, divorcio, inseguridad, relaciones que han dañado, temor o ansiedad, glotonería, culpa, abuso, perfeccionismo que no es igual que la excelencia, retrasos, gastos excesivos, alcohol o drogas, ira, adicciones sexuales o pornográficas, el juego, necesidad de control, mentiras.
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Escrito por:
David Logacho - La Biblia dice.
Fecha de publicación
7/7/2017 10:45 AM
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