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La Oración y el Liderazgo
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"Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres". 1 Timoteo 2:1 El líder espiritual debe sobrepasar al resto de la iglesia, sobre todo en la oración. Sin embargo, el líder más avanzado es consciente de la posibilidad del desarrollo interminable de su vida de oración. Tampoco puede pensar jamás que «ha alcanzado la perfección». Cierta vez, el decano universitario C. J. Vaughn dijo: «Si yo quisiera humillar a alguien, le preguntaría acerca de sus oraciones. No conozco nada que se compare con este tópico por las acongojadas confesiones espontáneas que provoca.» La oración es la expresión más antigua, más universal y más intensa del instinto religioso. Incluye el habla más sincera de los labios de un niño y las sublimes súplicas de la ancianidad. Todas alcanzan la Majestad de lo alto. Efectivamente, la oración es el aliento vital y el aire nativo del cristiano. No obstante, aunque parezca extraño, la mayoría de nosotros hallamos que es difícil orar. No nos deleitamos naturalmente en acercarnos a Dios. A veces hablamos con poca sinceridad acerca de la delicia y poder de la oración. La llamamos imprescindible, sabemos que las Escrituras lo exigen. Sin embargo, a menudo no cumplimos con la oración. Tomemos aliento de las vidas de líderes santos quienes vencieron esta renuencia natural y volvámonos poderosos en oración. Del devoto hombre de Dios y pastor Samuel Chadwick se ha dicho: “Era, esencialmente, un hombre de oración. Todas las mañanas solía levantarse poco después de las seis, y mantenía un cuartito que era su lugar sagrado, para su hora tranquila antes del desayuno. Era poderoso en la oración pública porque era constante en la devoción privada...Cuando oraba siempre esperaba que Dios hiciera algo. Hacia el final de su vida dijo: “Ojalá hubiera orado más, aun si hubiera trabajado menos; y desde el fondo de mi corazón desearía haber orado mejor.” Un eminente cristiano confesó: «Cuando voy a orar hallo que mi corazón es muy reacio en acudir a Dios, y cuando está con Él, es muy reacio en quedarse.» Por lo tanto, la autodisciplina tiene una misión. Chadwick aconsejaba que «cuando uno se siente menos dispuesto a orar, no debe ceder, sino que debe porfiar y esforzarse en orar, aun cuando piense que no puede». Al igual que todas las cosas, el dominar el arte de la oración lleva tiempo. El tiempo que dedicamos a Dios manifiesta la verdadera medida de su importancia para nosotros. Siempre encontramos tiempo para las cosas importantes. La excusa más común para el poco tiempo dedicado a la oración es la lista de «cosas para hacer» que atestan nuestro día; todas nuestras obligaciones. Para Martín Lutero, una carga extra de obligaciones era una razón para orar más, no menos. De sus planes para el día siguiente, solía decir: «Trabajar, trabajar desde temprano hasta tarde. En realidad, tengo tanto que hacer que me vaya pasar las tres primeras horas en oración.» Si Lutero estaba siempre ocupado, y oraba, nosotros también podemos hacerlo. Cuando uno trata de explicar exactamente cómo obra la oración en seguida se enfrenta con enigmas muy difíciles. Pero los que son escépticos en cuanto a la validez y el poder de la oración generalmente son los que no la practican con seriedad o no obedecen cuando Dios revela su voluntad. No podemos aprender a orar si no es orando. Ninguna filosofía jamás enseñó a orar a un alma. Los problemas relacionados con la oración se satisfacen en el gozo de la oración contestada y en una comunión más estrecha con Dios. El líder cristiano que busca seguir un ejemplo haría bien en acudir a la vida del mismo Jesús. Nuestra creencia en la necesidad de la oración viene de observar su vida. Con toda seguridad que si alguno podía haber vivido sin la oración habría sido el mismo Hijo de Dios. Si la oración fuera absurda o innecesaria, Jesús no habría perdido tiempo en ella. Pero, un momento en Cristo observamos que: - La oración era la característica dominante de su vida y una parte recurrente de su enseñanza. - La oración mantuvo clara y aguda su visión. - La oración le dio coraje para perseverar en la perfecta pero dolorosa voluntad de su Padre. - La oración preparó el camino para la transfiguración. Para Jesús, la oración no fue algo que se agregaba apresuradamente, sino una gozosa necesidad.
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Escrito por:
O. Sanders - Liderazgo Espiritual
Fecha de publicación
7/12/2017 3:10 PM
Número de visitantes
9817
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