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Perseverando en la Fe

“Desfallecieron mis ojos por tu palabra, diciendo: ¿Cuándo me consolarás” (Sal. 119:82).
A lo largo del Salmo hemos considerado al creyente en la escuela de la aflicción. Hemos apreciado como las pruebas permiten establecer una correcta escala de valores. También vimos al creyente más cerca de Dios, en medio de los problemas. En esta estrofa (vv. 81-88), la aflicción y sus consecuencias se observan desde la perseverancia en la fe. El salmista estuvo a punto de perderla, pero salió reafirmado.
Hay siete aspectos que se manifiestan en las pruebas:
1) Desfallecimiento del alma (v. 81). La prueba puede conducirnos al límite de nuestras capacidades, para llevarnos incluso al borde de la depresión. Los grandes hombres de Dios pasaron por situaciones semejantes. El recurso es “considerar a Aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que nuestro ánimo no se canse hasta desmayar” (He. 12:3). El único soporte en este trance es esperar en la Palabra. Mantenernos firmes en las promesas de Dios que nos dice: “cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Is. 43:2). En la angustia el alma se vuelve a Dios. “¿A quien tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Sal. 73:25).
2) Desfallecimiento de los ojos (v. 82). No es por enfermedad, sino por el cansancio de la lectura frenética en la Palabra, buscando una respuesta sin hallarla. ¿Acaso no la hay para todo en la Biblia? ¡Sin duda! El problema nuestro es que queremos ver la respuesta de Dios, como demanda nuestro viejo hombre: “Venga ya, apresúrese su obra, y veamos” (Is. 5:19). Dios permite que lleguemos al cansancio de los ojos para que comencemos a andar por fe y no por vista. Nos lleva al límite para que surja en nosotros una vida de fe, que agrada a Dios.
3) Agotamiento del cuerpo (v. 83). La experiencia de encontrarse interiormente vacío, e inútil para el servicio. Sin embargo no debe suspender nuestra relación con la Biblia.
4) Acosado (v. 85). Muchas veces los enemigos combaten contra nosotros. Cavan hoyos para hacernos caer, tendiendo redes para atraparnos en ella. La mayor gravedad es que lo hacen sin causa.
5) Perseguido (v. 86). La Palabra enseña que el que quiera vivir piadosamente será perseguido (2 Ti. 3:12). La oración es la solución al problema, como el salmista decimos: Ayúdame. No nos defendamos, dejemos que Dios lo haga por nosotros.
6) Casi derribado. Es un casi, estaremos cerca, pero no seremos derribados, porque nos sostendremos viviendo conforme a la Palabra.
7) Preguntas sin respuestas. Míralas: ¿Cuándo me consolaras? (v. 82). Dios actuará pero, ¿cuándo? ¿Cuántos son los días de tu siervo? (v. 84a). De otro modo ¿cuánto durará esto? El creyente pregunta pero no desmaya. ¿Cuándo harás juicio contra los que me persiguen? (84b). Sabemos que Dios lo hará, pero deseamos saber cuándo. No expresan falta de fe, sino las que hace un hijo a su Padre (Stg. 1:4).
Sé que Dios me sostiene y me lleva en triunfo en Cristo. Estoy seguro de Su poder. Descanso en la gracia. Pero, soy pequeño, débil y necesitado. Por eso oigo Su Palabra que me dice: “Encomienda al Señor tu camino, y confía en Él; y Él hará”.


Escrito por:   Pastor Samuel Pérez Millos.    Fecha de publicación  8/3/2017 10:41 AM
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