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Promesa Divina
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“Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les hará andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé” (Is. 42:14). La Biblia es un libro de promesas. Esta es una de ellas. No hay en el versículo referencia directa a quien hace esa promesa, pero sí en el resto del capítulo. Esta es la afirmación: “Yo Jehová éste es mi nombre” (v. 8). Es el nombre del Dios del pacto, el que desciende hasta el pecador para salvarlo. Este nombre corresponde a nuestro admirable Jesús. Es el Dios de la gracia, la fidelidad y la esperanza. Es gracia porque se despojó a Sí mismo para alcanzarnos a nosotros (2 Co. 8:9). El que llama al pecador, lo salva y lo sustenta. Los que estuvieron cerca de Él quedaron admirados de Su gracia (Jn. 1:14-15). Pero es también el Dios de la soberanía, quien no da Su gloria a nadie, que cumplió cuanto había determinado y anuncia las cosas nuevas, antes de que salgan a la luz (vv. 8-9). “... Él hace su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces” (Dn. 4:35). Dios planificó la historia y estableció el decurso del tiempo, orientando todo al cumplimiento de Su plan. Esta soberanía produce descanso al creyente porque “el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos” (2 Ti. 2:19). Es también el Dios de los milagros (v. 5). Dios hizo surgir a la existencia cuanto existe. Revierte situaciones imposibles para nosotros. Podemos descansar confiados porque Él puede hacer milagros en nuestras vidas. Además es el Dios omnipotente, así lo presenta el pasaje: “Jehová saldrá como gigante, y como hombre de guerra despertará celo: gritará, voceará, se esforzará sobre sus enemigos” (v. 15). Sí, podemos descansar confiadamente porque nuestro Dios es grande. Él se compromete con nosotros y nos conducirá. El camino que nos espera es desconocido para nosotros, pero conocido para Él. Sus pensamiento son tan altos que Sus caminos no siempre coincidirán con los nuestros. En cualquier caso será un camino de comunión, donde la relación con Dios existe siempre, donde habrá respuesta a nuestras oraciones, donde se manifestarán Sus bendiciones. También nos provee un camino de fortaleza, el versículo afirma que Él es quien “nos hará andar por sendas que no habíamos conocido”, quiere decir que proveerá de las fuerzas que necesitemos. Es además un camino de luz, Él promete: “cambiaré las tinieblas en luz”. Ningún tramo del camino está en tinieblas, porque el mismo camino es luminoso; quien dice Yo soy la luz del mundo, dice también “el que me sigue no andará en tinieblas”. Finalmente es camino de aliento. El tramo escabroso lo convertirá en llanura. Sin duda habrá sufrimiento y dificultades, pero Él estará a nuestro lado, en la bonanza y también en la angustia, dándonos siempre “mayor gracia” para superar cualquier dificultad. Debo escuchar su promesa: “Estas cosas les haré, y no los desampararé”. Noto que mi mano está firmemente sujeta por la Suya. Por eso digo al sentirme pequeño: “En el día de la angustia te llamaré, porque tú me respondes”
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Escrito por:
Pastor Samuel Pérez Millos.
Fecha de publicación
9/14/2017 3:11 PM
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