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Raíz Amarga
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Soy botánico de profesión, y algo que aprendí en mi vida de jardinero es que las buenas plantas deben ser atendidas si quieres conservarlas y reproducirlas. Pero las otras, las malas, indeseables y amargas, crecen solas, sin que nadie las siembre y se propagan con tanta facilidad que, en cuestión de días, invaden tu terreno hasta arruinarlo todo, contaminando aún a las buenas plantas.
Dios usa en su palabra dos veces esta analogía para referirse a la amargura, el rencor y el odio como raíz amarga que contamina y contagia. Así lo leemos, por ejemplo, en Deuteronomio 29:19: “Tengan cuidado de que ninguno de ustedes sea como una raíz venenosa y amarga. Si alguno de ustedes, al oír las palabras de este juramento, se cree bueno y piensa: Todo me saldrá bien, aunque persista yo en hacer lo que me plazca, provocará la ruina de todos.”
También el escritor a los Hebreos dice en su capítulo 12:14-15: “Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos.”
Oportunidades para enojarnos, amargarnos, sentirnos heridos, y traicionados, tendremos siempre. Pero tú, y sólo tú, eres responsable por guardar rencor en tu corazón contaminándote. Muchas veces, como leímos en Deuteronomio 29:19 pensamos que nosotros tenemos la razón y actuamos con base en nuestros criterios. Cuando el móvil de mis decisiones está controlado por el rencor es posible que todos mis actos estén teñidos del color negro de la venganza y nos metemos en problemas a diario. El escritor a los Hebreos dice que vivir en este estado de enojo me aparta de la gracia de Dios. Esa gracia que fue derramada en nuestros corazones y que nos enseñó que fuimos amados aún cuando no lo merecíamos, que fuimos reconciliados aún cuando éramos enemigos en nuestra mente y acciones contra Dios, y que del mismo cielo de Dios vino el socorro cuando no lo merecíamos. Es esa gracia la que me capacita para amar a otros a pesar de sus errores y ofensas y a vivir en dulce armonía con los demás, con Dios y conmigo mismo. Perdona y sé feliz.
PENSAMIENTO DEL DÍA: Cuando perdono, dejo libre un preso y descubro que ese preso era yo mismo.
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Escrito por:
Pablo Martini - Una Pausa en tu vida
Fecha de publicación
10/9/2017 12:36 PM
Número de visitantes
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