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JESÚS: EL MÁXIMO EJEMPLO DE HUMILDAD
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Para vivir diariamente por la gracia de Dios, debemos estar dispuestos a andar por el camino de la humildad. Pues, como lo expresa Pedro, «Dios. . . da gracia a los humildes» (1 Pedro 5:5, NTV). La Palabra de Dios ofrece una enseñanza extensa sobre una vida de humildad. Además, en todas las Escrituras no encontraremos una percepción mejor de este término que el que se refiere a Jesús—el máximo ejemplo de humildad. Antes de venir a la tierra en forma humana, Jesús había existido durante toda la eternidad como deidad, eterno Hijo de Dios, como lo expresa el profeta Miqueas: «Pero tú, oh Belén Efrata. . . en mi nombre, saldrá de ti un gobernante para Israel, cuyos orígenes vienen desde la eternidad» (Miqueas 5:2, NTV).
Por lo tanto, la encarnación fue un acto del preexistente Hijo de Dios, por medio de la cual adoptó voluntariamente un cuerpo humano, sujeto al tiempo, al espacio y a las muchas otras limitaciones humanas, pero sin cometer pecado. Pablo lo expresa de esta manera en su carta a los creyentes de Filipos: «Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. . . se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales» Filipenses 2:5-6, 8,NTV.
En Su majestuosa misión salvadora, Jesús, el Hijo de Dios, aceptaría voluntariamente el camino de la humildad. Incluso durante Su peregrinación como ser humano, no ejerció Su condición de Dios de manera independiente. Esta humildad implicaba, no solo renunciar a Su gloria divina, sino que también no ejercer Su condición de Dios de manera independiente. Eligió sujetarse a la voluntad del Padre y venir a este mundo para servir a la gente. Durante Su ministerio terrenal, Él mismo enfatizaría Su función de servicio. «Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28, NTV).
Esa humildad fue tan extensa que incluyó, además, la más horrenda de todas las muertes: la crucifixión. En Su agonía espiritual, Jesús oraría estas punzantes palabras: «¡Padre mío! Si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía» (Mateo 26:39). Esta entrega humilde a la voluntad del Padre, es el camino que Pablo nos desafía a caminar: «Tengan unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús» (Filipenses 2:5, DHH). Jesús nos ha revelado todo lo que puede ser expresado en términos humanos acerca del carácter amoroso de Dios.
Es fácil decir que amamos a Dios a quien no vemos, pero el verdadero amor se ve en nuestro amor por nuestro prójimo y en nuestra humildad. Pero esta actitud de siervo debe surgir del amor que tenemos por Dios y por los demás, no por el temor o la culpa. Para vivir diariamente por la gracia de Dios, debemos estar dispuestos a andar en humildad, como lo hizo Jesús, nuestro máximo ejemplo de humildad.
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Escrito por:
Pastor Charles R. Swindoll
Fecha de publicación
4/18/2019 12:19 PM
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