La omnipotencia divina se hace personal en el Salmo. No es el poder genérico que creó el universo, ni el que le permite controlar la historia según Su propósito, ejecutándola según Su voluntad. El omnipotente Dios presta atención a la persona: “Tú me hiciste en el vientre de mi madre” (v.13). Como si se tratase de un tejedor, nos formó y fuimos “entretejidos en lo más profundo de la tierra” (v. 15). En el idioma hebreo, el verbo entretejer tiene el sentido de algo bordado magistralmente. De otro modo, Dios se esmeró con cada uno de nosotros. Así que conoce lo más íntimo de nuestra persona. Nadie puede conocernos así en la tierra. Algo más, no solo nos hizo, sino que diseñó nuestra vida: “En tu libro están escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (v. 16). Esta es la traducción del versículo: “En tu libro, mis días fueron delineados, cuando no había ninguno de ellos”. Nuestra historia es conocida por Dios en toda su dimensión y Él se está ocupando de que discurra según Su designio. No quiere decir que seamos meras máquinas en Su mano, pero sí que Él conoce cada detalle y está conduciendo nuestras vidas según Su propósito. Dios permite que pasemos momentos de alegría, pero también que vertamos lágrimas. En ocasiones consentirá que los bienes materiales satisfagan cuanto deseemos, y otras que carezcamos de lo más elemental. A un tiempo de salud permite momentos de enfermedad. A un afecto aparentemente indestructible, puede consentir que seamos despreciados y maltratados. Lo hace porque nos conoce y sabe de qué cosa tenemos necesidad. A nosotros los acontecimientos nos toman por sorpresa, pero Dios conoce nuestra historia y planifica anticipadamente. Nada podrá tomarle a Él por sorpresa.

La estrofa del Salmo produce un gran aliento. Debo acercarme con profunda reverencia a estas verdades y reconocer lo misterioso y asombroso de todo. Al hacerlo entenderé que soy objeto de Su cuidado. Este pensamiento cambia mi experiencia, mis lágrimas y mis problemas, en profundo gozo. Debo centrar mi pensamiento en Dios de modo que pueda decir: “Despierto, y aún estoy contigo”. Las noches interminables de las pruebas se cambian en profunda calma cuando sé que estoy con Dios, porque Él está conmigo. El que tiene todo el poder en cielos y tierra, me dice: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Gracias, muchas gracias, Señor.

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