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FORTALECIDOS EN EL SEÑOR
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza” (Ef. 6:10).
Amo este versículo, sobre todo cuando los años pasan y las fuerzas físicas disminuyen. Además, el tiempo no hace que decrezcan los conflictos, las pruebas y las dificultades. Pero, en cualquier circunstancia podemos contar con la fortaleza del Señor y el poder de su fuerza.
Esta exhortación tiene que ver con lo necesario para alcanzar victoria sobre todo en la lucha que describe en los siguientes versículos. La base de la fortaleza no está en nuestras capacidades sino en el poder del Señor. Seremos fuertes en la medida en que estemos vinculados con Cristo. Sólo cuando Él sea nuestro poder, seremos investidos con Su fuerza. La fortaleza del cristiano está en el Señor, de modo que necesitamos mantenernos en dependencia de Él. Oigamos sus palabras: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt. 28:18). Dios le ha dado el nombre de suprema autoridad. Su poder actúa en cielos, tierra, e incluso sobre las huestes de maldad que luchan contra nosotros. Jesús es el Dios bendito manifestado en carne, nuestro Salvador, amigo y compañero en el camino hacia la gloria, estando siempre con nosotros. De ahí que nos orienta hacia Él y nos dice: “Mirad a mí y sed salvos todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios y no hay más” (Is. 45:22). Nada, ni hombres, ni demonios, ni la muerte, ni las circunstancias, podrán limitar Su poder, que está a nuestra disposición para fortalecernos en cualquier situación de nuestra vida.

El poder absoluto del Señor está vinculado a nosotros porque Él nos dice: “yo estoy con vosotros todos los días”. Esto que llamamos promesa es en sí una gloriosa realidad, como si dijese: Mirad, yo estoy con vosotros siempre. Debemos tomar buena nota de esto y prestar atención a este compromiso de Jesús. Ese siempre quiere decir en cada instante. No está próximo, que sería ya una bendición, está en nosotros. En todo momento Aquél en quien descendió la gracia, nos dará mayor gracia para que vivamos en continua victoria; proveerá de fuerzas para que podamos seguir en triunfo la senda de nuestra vida. Puede ser que la oscuridad del camino parezca ocultar Su presencia, pero nunca está lejos porque vive en nosotros.
¿Estoy debilitado? ¿Siento que necesito ser ayudado para proseguir? Entonces esta es su promesa: “No te desampararé, ni te dejaré” (He. 13:5). Pudiera ser que en Su soberanía me permita pasar por grandes tribulaciones. Pero, aún en la dificultad suprema se que gozaré de la presencia y disfrutaré de la compañía de mi Señor. En esa seguridad puedo decir confiadamente: “El Señor es mi ayudador, no temeré” (He. 13:6).

No puedo tener temor si tengo la certeza de la presencia y comunión de Dios en mi vida. Ningún enemigo es más poderoso que Él, ninguna dificultad le es insuperable. Aún en el valle de sombra de muerte, está conmigo. Los mayores enemigos no podrán distanciarme de Él. En el conflicto más intenso y en la angustia más grande estará presente (Sal. 91:15). Dios se apresta a nuestra ayuda. Bendito sea Su nombre, porque en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.

Escrito por:   Pastor Samuel Pérez Millos    Fecha de publicación  7/12/2019 3:13 PM
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