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¿QUÉ REQUIERE LA VERDADERA ESPIRITUALIDAD?
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Aunque parezca raro, el concepto de espiritualidad, que es tema de mucha predicación, escritura y discusión, pocas veces se define. Por lo general, lo que pareciera algo así como definición, solamente toca las características de la espiritualidad, así que uno busca en vano una definición concisa del concepto mismo. Lo que pasa es que el concepto incluye varios factores y no es fácil entrelazarlos para una definición equilibrada. Además, el único versículo de la Biblia que se acerca a una definición es de difícil interpretación: «el espiritual juzga todas las cosas» (1 Co. 2: 15). Por eso se evita. Pero es necesario formular una definición, porque constituye la piedra del ángulo que determina el modelo de todo el edificio.
El concepto de espiritualidad
La verdadera espiritualidad requiere tres factores:
- El primero ya lo hemos mencionado: la regeneración. Nadie puede ser espiritual en el sentido bíblico sin haber experimentado primeramente la vida nueva que se otorga libremente a todo aquel que cree en el Señor Jesucristo como Salvador personal. La espiritualidad sin la regeneración es reforma tan sólo.
- En segundo lugar, el Espíritu Santo está implicado preeminentemente en la producción de espiritualidad. Esto no quiere decir que las dos personas restantes de la Trinidad no tomen parte en ella, ni que el cristiano mismo deje de tener responsabilidad, ni tampoco que no haya otros medios de gracia, pero sí afirma su mayor papel en la espiritualidad. Los ministerios del Espíritu incluyen la enseñanza (Jn. 16: 12-15), la dirección (Ro. 8:14), la seguridad (Ro. 8:16), la oración (Ro. 8:26), el ejercicio de los dones espirituales (1 Co. 12:7) y el luchar contra la carne (Gá. 5:17). Todos ellos dependen para su plena manifestación de la plenitud o de ser llenos del Espíritu (Ef. 5:18). Ser lleno del Espíritu significa ser controlado por el Espíritu. La clave de esta definición se encuentra en Efesios 5: 18, donde hay contraste y comparación entre la borrachera y el ser llenos del Espíritu. Es la comparación la que nos da la clave, porque de la misma manera que le persona borracha se siente controlada por el licor que consume, así la persona llena del Espíritu se siente controlada por el mismo Espíritu. En consecuencia, actuará de forma no natural para él, no de una manera errática o anormal, sino una que es contraria a la vida antigua que llevaba. Ser controlado por el Espíritu es parte necesaria de la espiritualidad.
- El tercer factor que se requiere en la espiritualidad es el tiempo. Si la persona espiritual juzga o examina o discierne todas las cosas (1 Co. 2: 15), ello requiere tiempo, para obtener conocimiento y adquirir experiencia para juzgar todas las cosas. Esto no puede realizarse de la noche a la mañana, sino que se aplica, en realidad, al cristiano ya maduro. Esa palabra madurez parece poseer la clave del concepto de espiritualidad, porque la madurez cristiana es el crecimiento que el Espíritu Santo produce durante un período de tiempo en el creyente. Claro que no se requiere el mismo período de tiempo para cada individuo, pero sí se requiere cierto tiempo para todos. No es el tiempo en sí el que produce la madurez; más bien el progreso que se realiza y el crecimiento conseguido son vitales. La velocidad multiplicada por el tiempo nos da la distancia, de manera que la distancia hasta la madurez se puede cubrir en un tiempo más corto si se acelera la rapidez del crecimiento. Y se acelera cuando no se retiene nada para sí del control que debe ejercer el Espíritu Santo.
Aquí tenemos propuesta una definición de la espiritualidad que trata de ser concisa y al mismo tiempo tener en mente los factores antes discutidos. La espiritualidad es una relación adulta con el Espíritu Santo. Aunque pueda ser esta sencillamente otra manera de decir que la espiritualidad es la madurez cristiana, trata de delinear más claramente los factores del control del Espíritu durante un período de tiempo. Desde luego, la definición satisface lo que requiere la descripción del hombre espiritual que encontramos en 1 Corintios 2: 15: "En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie". La persona que experimente una relación adulta y madura con Dios podrá juzgar todas las cosas y al propio tiempo no ser juzgado por otros.
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Escrito por:
C. Ryrie - Equilibrio en la Vida Cristiana
Fecha de publicación
8/28/2019 2:17 PM
Número de visitantes
3308
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