“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”.
Juan 14:21
Hoy la palabra “amor” es muy mal usada. No esta muy claro el concepto, y se usa con cualquier fin. Se escucha a diario la frase: Yo te amo…, se acabo el amor…, te amo para toda la vida…, ya no te amo más. Se habla así como si el amor fuera un tipo de ropa que se cambia cuando se ensucia. Hoy vivimos un amor egoísta, limitado y cambiante. Lejos quedo esa idea de amor eterno y sacrificado, vivimos días de amores descartables. Mientras nos conviene mantenemos una relación, pero cuando nos cansamos la cambiamos por otra. Cambiamos los amigos, cambiamos los novios, cambiamos los familiares, siempre tratando de sacar algún provecho.
Y lo peor, es que tratamos de usar ese mismo concepto de amor con
Dios. Cambiamos nuestra manera de relacionarnos con Dios según nuestro estado de ánimo. Como si el amor que debemos demostrarle se alterará según estamos alegres o deprimidos, eufóricos o cansados. ¡Y en esto nos equivocamos!
Amor es entender y cumplir, no hay nadie más capacitado para hablar de amor que Dios mismo, y recordemos que Cristo es la imagen del Dios invisible. Es Dios hecho ser humano entre nosotros, y cuando El habla de amor es necesario que escuchemos, porque no hay mayor experto.
No importa cuantas definiciones de amor escuches a diario, entre tus compañeros, en las charlas con tus vecinos, en el club, en el supermercado, en el tren, el único que tiene la verdad sobre este tema es Cristo, porque El es amor. No es alguien que simplemente alguna vez tuvo amor y lo dio, Cristo es amor en sí mismo. Y nos dice, que significa el amor para él. Y para Jesús, amar es entender y obedecer. Es más que palabras, es más que sentimientos, es más que sensaciones, es más que momentos, es más que deseos, el verdadero amor a Dios ese del cual tanto hablamos y tan poco vivimos, es entender los mandamientos de Dios y cumplirlos. Que definición tan simple y a la vez tan compleja nos deja Cristo. El dio todo por nosotros, él dio todo por su vida, y aquello que espera es que le amemos de la misma manera. Amar a Cristo también implica reordenar las prioridades, tiempo y los valores de la vida, es tener cuidado con aquello decimos, hacemos y pensamos. Es no ofender a Dios, pecando. Porque cada vez que cometemos un pecado, estamos pisoteando y menospreciando el supremo amor que Dios tuvo por su vida y por la mía. Es como si le dijéramos que no nos importa cuanto hizo por nosotros. Cristo merece ser amado de la mejor manera.
REFLEXION - Amar es entender y obedecer.