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AVARICIA: EL corazón al descubierto
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"El punto es, damas y caballeros, que la avaricia, por falta de una palabra mejor, es buena. La avaricia es correcta. La avaricia funciona. La avaricia refleja y captura la esencia del espíritu evolutivo. La avaricia en todas sus formas, a saber, avaricia por la vida, e! dinero, el amor y el conocimiento, ha marcado e! ascenso glorioso de la humanidad". Estas palabras fueron dichas por Michael Douglas. Ahora compare sus palabras con las de otro hombre: "Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él. Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación". Lucas 16: 13- 15. ¿A quién vamos a creer, a Cristo o a Michael Douglas? ¿A Cristo o a Ivan F. Boeske? ¿Quién quiere ser millonario? Este popular programa de televisión ha sacado a la luz pública muchas personas que quieren tener riquezas instantáneas. En lo profundo de nuestros corazones, todos nosotros quisiéramos ser millonarios. La atracción del dinero tiene el poder de hacer aun a los más decentes negociar sus principios. Contra esta barricada muchas vidas se han vuelto pedazos. La avaricia tiene muchas formas diferentes. No solo es el pecado de los que trafican en la bolsa de valores, aquellos que especulan con acciones, opciones, mercancías y otros valores, pegados todo el día a las pantallas de sus computadoras y obsesionados cada noche con más ganancias al día siguiente. La avaricia no solo es el pecado de los ricos sino también de aquellos que quisieran vivir por encima de sus propios recursos, que se apresuran a tomar decisiones necias e hipotecan el futuro para disfrutar el presente. Piense por ejemplo en una pareja que llamaremos Pablo y Julia, casados antes de su veinticinco años. Vivieron en un apartamento durante dos años, pero a fin de establecer un patrimonio decidieron comprar una casa y pagaron la cuota inicial con dinero prestado por el padre de Pablo. El problema empezó cuando Julia perdió su trabajo y tuvieron dificultad para hacer todos los pagos. Un día quisieron encender una bombilla y descubrieron que les habían cortado el servicio de electricidad. Para proteger a su esposa de las presiones económicas, Pablo no le contó que había sacado unos préstamos para financiar las deudas que iban en aumento. Para contrarrestar las dificultades financieras, Pablo obtuvo una segunda hipoteca en la casa y un préstamo temporal de su suegro. Aunque Julia encontró un trabajo de medio tiempo, fueron incapaces de manejar la presión de las cuentas recurrentes. Pablo se enfadó con Julia cuando ella puso cuarenta dólares en el plato de recolección de diezmos y ofrendas en la iglesia, porque según él no podían darse "ese lujo". De hecho, habían empezado a pagar los víveres con tarjetas de crédito. Al descubrir que Julia estaba embarazada, las discusiones entre ambos empeoraron. Julia sospechaba que su esposo no era sincero con ella y él trataba de decirle que tarde o temprano saldrían de las deudas y que solo necesitaba que ella fuera paciente. Sin embargo, Julia no lo pudo creer cuando él sugirió después que se declararan en la quiebra. Como ella sentía que él había manejado muy mal las finanzas y le había sido deshonesto, Julia consideró la posibilidad de un divorcio. ¿Por qué salieron tan mal las cosas? Sí, créalo o no, la avaricia cual amarga maleza se había arraigado en sus corazones. Aunque el amor a las cosas pareció inofensivo y aceptable conforme a los parámetros sociales de moda, esta planta diminuta empezó a ejercer un control cada vez mayor en la vida de esta pareja. En consecuencia, la avaricia les llevó a dar varios pasos en falso. En primer lugar, decidieron pedir dinero prestado en lugar de estar satisfechos con la provisión de Dios. Antes que las tarjetas de crédito fueron populares, los cristianos confiaban en Dios para adquirir automóvil, muebles y una casa. Antes se creía que Dios dirigía a su pueblo mediante la provisión o no provisión de recursos monetarios. Si Él quería que tuvieran nevera nueva, haría disponible el dinero necesario, de otro modo algún pariente o amigo se ofrecía a donar el modelo anterior pero en buen estado. A todo nivel, las palabras "danos hoy el pan de cada día" tenían un significado real. Hoy en cambio, la fe está " a fuera" y el crédito está "dentro" del corazón. No le veo nada de malo a prestar para adquirir cosas que se valorizan, pero es muy contraproducente pedir prestado para comprar artículos cuyo valor disminuye con el paso de cada día. Mi esposa y yo hemos obtenido algunos préstamos sabios y otros no tan sabios. Hemos aprendido que solo debemos utilizar una tarjeta de crédito para emergencias y por conveniencia, pero nunca para acumular cosas para las cuales no tenemos el dinero en el banco. Solo cerca de un seis por ciento de los usuarios de tarjetas de crédito pagan sus balances completos cada mes. Si usted no puede controlarse, opte por hacer realidad su sueño de infancia y juegue al doctor: ¡saque las tijeras de la cocina y haga cirugía plástica a todas esas tarjetas!
Libro: Siete trampas del Enemigo. Autor: Erwin Lutzer. Utilizado con permiso de la Editorial Portavoz.
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Escrito por:
Erwin Lutzer
Fecha de publicación
6/5/2009 4:17 PM
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