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La vida es una dádiva de Dios - Cuarta Parte
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Disfrutar la vida (Gn. 9:8-17)
Esta sección es lo que los teólogos llaman «El pacto noéico». Aunque Dios habló especialmente a Noé y sus hijos, este pacto incluye a todos los descendientes de Noé y a todos sus « descendientes después» de ellos (v. 9). Pero el pacto no se detiene allí, ya que también incluye a toda criatura viviente (v. 10, 12) Y « todo ser viviente de toda carne» (v. 15). Humanos, aves, bestias y animales salvajes están todos incluidos en este maravilloso pacto. En este pacto, Dios prometió incondicionalmente que nunca enviaría otro diluvio para destruir toda la vida sobre la tierra. Como para hacerlo más enfático, se repite tres veces la idea de “nunca más” (vv. 11, 15). Él no estableció ninguna condición que hombres y mujeres tuvieran que cumplir de su parte; El sencillamente afirmó el hecho de que no habría más diluvios universales. Desde ese día en adelante, Noé y su familia podían disfrutar de la vida y no preocuparse cada vez que empezara a caer la lluvia. Un pacto con la creación. Por lo menos cuatro veces en este pacto, el Señor menciona «todo ser viviente». Estaba hablando de los animales y aves que Noé había guardado en el arca durante el diluvio (v. 10). Una vez más, se nos recuerda el cuidado especial de Dios hacia la vida animal. Cuando el apóstol Juan contempló el trono en el cielo, vio cuatro inusitados « seres vivientes» adorando ante el trono de Dios, cada uno con un rostro diferente (Ap. 4:6-7). El primero era semejante a un león, el segundo a un becerro, el tercero tenía rostro semejante al de un hombre, y el cuarto era semejante a un águila. Estos cuatro semblantes tienen un paralelo con los cuatro tipos de criaturas con quienes Dios estableció este pacto: humanos, aves, animales y toda bestia de la tierra (véase Gn. 9:9- 10). Estas criaturas están representadas perpetuamente ante el trono de Dios, porque el Señor se interesa en toda su creación. Nos recuerdan que toda la creación adora y alaba al Dios que provee para las necesidades de sus criaturas y se regocija en la adoración que le rinden. Una señal del pacto. Para ayudarle a su pueblo a recordar sus pactos, Dios, les daba una señal visible. Su pacto con Abraham fue sellado con la señal de la circuncisión (Gn. 17:11; Ro. 4:9- 12), y el pacto mosaico en el Sinaí con la señal del día de reposo semanal (Éx. 31:16-17). El pacto de Dios con Noé y la creación animal quedó sellado con la señal del arco iris. Siempre que la gente viera el arco iris, recordarían la promesa de Dios de que ninguna tempestad en el futuro se convertiría jamás en un diluvio universal que destruyera la humanidad. En una ocasión, Mark Twain y su amigo William Dean Howell salieron de una iglesia justo cuando empezó una violenta tempestad. Howell dijo, «Me pregunto si va a parar»; y Mark Twain contestó, «Siempre ha parado». Tenía razón, ¡siempre .ha dejado de llover! ¿Por qué? Porque Dios ha hecho un pacto y El siempre cumple su palabra. Dios habló del arco iris como si Noé y su familia estuvieran familiarizados con El, así que debió haber existido antes del diluvio. El arco iris es causado por la luz del sol que se filtra a través de gotas de agua en el aire, y cada gota se convierte en un prisma que descompone los siete colores que se esconden en la luz blanca del sol. Los arco iris son frágiles pero hermosos, ¡y nadie tiene que pagar para verlos! Sus bellos colores nos hablan de lo que Pedro llamó "la multiforme gracia de Dios» (1 P. 4:10). La palabra griega que se traduce « multiforme» significa «variado, multicolor, abigarrado». El arco iris nos hace recordar el pacto de gracia de Dios y la « multicolor» gracia de Dios. Ahondemos en ese pensamiento. Si el arco iris nos recuerda la fidelidad y la gracia de Dios, ¿entonces por qué nos afanamos y nos preocupamos? Dios no ha prometido que nunca vayamos a experimentar tormentas, pero sí nos ha prometido que las tormentas no nos van a destruir. «Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán» (Is. 43:2). Cuando aparezcan las nubes y el sol se esconda de nuestra vista, no tenemos nada que temer. Pensemos en el arco mismo. Un arco es un instrumento de guerra, pero Dios lo ha transformado en una imagen de su gracia y fidelidad, una garantía de paz. Ciertamente, Dios podría volver el arco de juicio en contra nuestra porque hemos quebrantado su ley y merecemos tal juicio. ¡Pero El ha apuntado el arco hacia el cielo y El mismo ha recibido el castigo en nuestro lugar! Cuando Jesús murió en la cruz, fue el Justo sufriendo por los injustos (1 P. 3:18) y sobrellevando los padecimientos que justamente nos correspondían a nosotros. Los arco iris son universales, usted puede verlos alrededor de todo el mundo. La multicolor gracia de Dios es suficiente para el mundo entero y tiene que ser anunciada al mundo entero. Después de todo, Dios ama al mundo (Jn. 3:16), y Cristo murió por los pecados del mundo (1 Jn. 4:10, 14). Pero el arco iris no es solamente para que nosotros lo veamos, porque el Señor dijo, «y lo veré» (Gn. 9:16). Ciertamente Dios no olvida sus pactos con su pueblo, pero esta es solamente otra manera de asegurarnos que no tenemos por qué temer. Cuando miramos el arco iris, sabemos que nuestro Padre también lo está viendo, y de es modo se convierte en un puente que nos une. Tres arco iris. Hubo tres hombres en las Escrituras que vieron arco iris de importante significado. Noé vio el arco iris después de la tormenta, así como también lo ve el pueblo de Dios en la actualidad. Pero el profeta Ezequiel vio el arco iris en medio de la tormenta cuando tuvo aquella extraordinaria visión de las ruedas y el trono (Ez. 1:28). ¡Ezequiel también vio criaturas vivientes y cada una tenía cuatro caras! Una era como cara de hombre, las otras de león, de buey y de águila, las mismas caras que vio Juan (Ap. 4:6-7). Por supuesto, el apóstol Juan vio el arco iris antes que se desatara la tormenta del juicio (v. 3). De hecho, ¡Juan vio un arco iris completo alrededor del trono de Dios! En la tierra veremos «en parte»; pero un día en el cielo, veremos las cosas plenamente, como son en realidad (1 Co. 13:12). La lección personal para el pueblo de Dios es simplemente esta: en las tempestades de la vida, siempre hay que buscar el arco iris de la promesa del pacto de Dios. Como Juan, puede ser que lo veamos antes de la tormenta; como Ezequiel, podemos verlo en medio de la tormenta; o como Noé, tal vez tengamos que esperar hasta después de la tormenta. Pero usted siempre verá el arco iris de la promesa de Dios si mira las cosas por fe. Esa es la versión de Romanos 8:28 en el AT. El pacto de Dios con la creación afecta a toda criatura viviente sobre la tierra. Sin él no habría una continuidad asegurada para la naturaleza que le permitiera conservarse día tras día y de una estación a otra. Nunca sabríamos cuando vendría la próxima tormenta y si tal vez sería la última. Dios quiere que disfrutemos las bendiciones de la vida natural y de la vida espiritual, porque El «nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos» (1 Ti. 6:17). Cuando usted conoce a Jesucristo como Señor y Salvador, el mundo de la naturaleza y toda la creación que le rodea se torna mucho más maravilloso, porque el Creador se ha convertido en su Padre. Cuando el evangelista D.L. Moody ya era anciano habló acerca de su conversión siendo un adolescente y dijo, «Yo estaba en un mundo nuevo. A la mañana siguiente el sol brillaba con más fulgor y las aves cantaban con más dulzura ... los viejos olmos ondeaban sus ramas de gozo, y toda la naturaleza estaba en paz. Era el gozo más deleitable que yo había tenido jamás».' El Dios de la creación es el Dios de la salvación. Deposite su confianza en Jesucristo y entonces podrá cantar en verdad, «Este es el mundo de mi Padre». Estudie Génesis con nosotros, inscríbase hoy y comience a estudiar la serie Seamos Básicos, estudios bíblicos que encuentra en el ciclo de estudios de Libros de la Biblia.
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Escrito por:
Warren Wiersbe.
Fecha de publicación
4/4/2011 4:51 PM
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