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Nubes en nuestra vida

“Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán” (Ec. 11:3a).

Cuando escribo esta reflexión estoy con ministerio en República Dominicana. El día comenzó con un cielo despejado, pero, a medida que pasaba la mañana el cielo se oscureció y grandes nubes de tormenta fueron tapando el azul celeste y ocultando el sol. De pronto estallaron los truenos y las nubes comenzaron a destilar un verdadero torrente de agua que se mantuvo insistente durante todo el día. Mientras contemplaba desde la ventana de la casa la cortina de agua que caía, vino a mi mente el versículo que será hoy la base de nuestra consideración.
Generalmente las tormentas producen un cierto temor. No sólo las meteorológicas, sino mucho más las de la vida. ¿Por qué tenemos miedo ahora de las nubes que pueden oscurecer nuestro cielo? No cabe duda que ocultan el sol de nuestra vista y producen cierta oscuridad. En ocasiones esas nubes son tan intensas que apenas nos dejan pasar su luz, pero, el sol permanece brillando sobre ellas.No son asunto de angustia sino anuncio de bendición, porque están llenas de agua que regarán nuestro campo y lo convertirá en un vergel. A nuestras tristezas y aflicciones siempre nos han seguido las bendiciones de Dios y siempre seguirán trayéndolas.
Como decía Spurgeon las nubes sobre nosotros “son los carros oscuros de la gracia radiante”. Esas nubes derramarán agua que humedecerá cada hoja de la planta de nuestra vida. Cuando pase la lluvia estará más lozana, mas verde, más radiante. Es verdad que las nubes que Dios permite sobre nuestra existencia pueden bañarnos en tristeza, pero jamás nos ahogarán en ira. Las nubes negras de la prueba están ahora descargando agua de bendición sobre nosotros. Dios nos está mostrado la impresionante dimensión de su amor y la grandeza de su misericordia. Las cartas de amor de nuestro Dios, han llegado a nosotros en sobres de luto, pero vienen cargadas de bendiciones. No nos angustiemos ni asustemos cuando sobre nuestras vidas aparezcan negros nubarrones, en lugar de ello, sintamos el gozo de saber que Dios va a mandarnos nuevamente bendiciones abundantes. Las intensas lluvias de la primavera llenan de flores el campo de verano. ¡Cuán cerca hemos sentido a Dios en nuestros días nublados y oscuros! Ahora debemos estar viendo por la fe la maravilla de un camino entre flores bendecido por Dios. Nuestra mente, saturada con las dificultades que nos rodean, solo ve nubes oscuras que presagian tormenta y torrentes de agua que parecen dispuestos a anegarnos. Por eso viene a nuestro encuentro la Biblia para alentarnos en medio de la prueba y hacernos ver las bendiciones que la aflicción deparan (1P. 5:10).
Que el Señor nos de la fe para ver las nubes derramándose y haciendo que nuestros campos se vistan de alegría. Sí, ahora mismo, quiero decirle al Señor que lo amo y que no temo las nubes y mucho menos cuando las enfrento en Su compañía, porque sé, por la fe, que son una bendición abundante para mí. ¿Por qué no lo haces tú también? Ahora puedes recobrar una nueva perspectiva de bendición.

Escrito por:   Samuel Perez Millos    Fecha de publicación  9/12/2011 4:15 PM
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