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Entonces crucificaron con él a dos ladrones
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Dios
tenía sus razones para que Jesús fuese colgado entre dos malhechores.
Él quería demostrar las profundidades de la vergüenza a la que su Hijo
deseaba descender. En su nacimiento estuvo rodeado por bestias, y ahora,
en su muerte, por criminales. Nadie puede decir que Dios ha estado
ajeno de la aflicción de nuestro mundo caído. Él descendió para que
nosotros pudiéramos ascender a una nueva vida. Pero me estoy adelantando
al relato. Volvamos nuestra atención a los dos hombres que fueron
crucificados con Jesús. Uno en especial llama nuestra atención porque
recibió una promesa que debemos compartir si vamos a estar en el paraíso
con nuestro Señor. Ésta es la seguridad para aquellos que están en los
hospitales muriendo de cáncer; ésta es también la esperanza para los
fuertes y saludables que algún día se enfrentarán a la muerte sin ningún
aviso. Esta es la esperanza para los peores y los mejores pecadores.
¡Qué día el de aquel ladrón quien en la mañana fue crucificado, pero en
la tarde fue recibido por Jesús en el paraíso! Reflexionemos sobre este
relato. Los
antecedentes penales de aquel hombre muestran que era criminal de
oficio, "malo hasta los huesos", que en principio se unió con los
enemigos de Jesús para burlarse de El: Así también lo insultaban los
bandidos que estaban con él (Mateo 27:44). Su actitud fue idéntica a la
de su socio en los delitos, que estaba colgado al otro lado de Jesús. No
sabemos cuál era el más pecador de los dos, pero cualquiera de ellos
hubiera sido puesto en los carteles de SE BUSCA en Jerusalén. Tan
malo como era, nos representa a todos nosotros. Podríamos objetar
diciendo que no somos ladrones, que no robamos bancos o le quitamos una
cartera a una anciana que camina por la calle. Pero robamos de otra
manera a veces tiempo, respeto, amor, etc. Este
ejemplo nos describe perfectamente a nosotros. Dios nos da la vida; nos
da talentos; la habilidad de ganar dinero; amigos y aún así nos
servimos a nosotros mismos y no a Él. En vez de darle la gloria, vivimos
para nosotros e intencionalmente servimos a 'los intereses egoístas de
Satanás. Si dejamos de compararnos unos con otros y mantenemos nuestros
antecedentes ante Dios, veremos que no somos mucho mejor que el ladrón
que se unió a su amigo para ridiculizar a Jesús. Aquel hombre no tenía
ninguna opción, ya era demasiado tarde para empezar de nuevo, para
esperar que sus buenas obras sobrepasaran las malas. El autor Arthur
Pink lo puso en estas palabras: "Él no podía recorrer los caminos de la
rectitud porque tenía un clavo en cada pie. Ya no podía hacer ninguna
obra buena porque tenía un clavo en cada mano, no podía voltear la
página y vivir una vida mejor porque estaba muriendo". Sin
embargo, la impotencia no es una maldición si nos lleva al Único que
puede ayudarnos. En realidad, si no somos indefensos, no podemos ser
salvos. Allí en la cruz, aquel hombre -bienaventurado él- tuvo un cambio
en su corazón y encontró al Salvador.
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Escrito por:
E. Lutzer - Clamores desde la Cruz
Fecha de publicación
4/5/2012 4:05 PM
Número de visitantes
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