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Dos modos de vida

“La soberbia del hombre le abate; pero al humilde de espíritu sustenta la honra” (Pr.29:23).
Leía hoy por la mañana este versículo, y sentí que sería bueno para el devocional de aliento de esta semana. Casi siempre este mensaje busca alentar en medio de las adversidades, pero, en esta ocasión procurará alentar hacia una determinada forma de vida conforme a la voluntad de Dios, de modo que en ella podamos obtener las bendiciones y el socorro oportuno de Su gracia. Tal vez no nos damos cuenta que soberbia y humildad son dos posiciones antagónicas. La primera acarrea el rechazo de Dios, porque Dios resiste a los soberbios. La segunda atrae la bendición del Señor, que da gracia a los humildes. Cada uno de nosotros sólo podemos estar en una esfera a la vez, o en la de la soberbia humana, o en la de la humildad del Espíritu. La primera es peligrosa. Puede parecer que el soberbio, sobre todo si además es hipócrita, alcanza posiciones elevadas entre los hombres, pero a la postre aunque aplaudido por los hombres va a ser resistido por Dios.
La segunda posición corresponde a una vida de identificación con el Señor. Jesús llamó a los suyos al seguimiento de su Persona, aprendiendo no sólo de las lecciones suyas, sino de Él mismo: “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11:28). El soberbio tendrá un final trágico, espiritualmente hablando: La soberbia del hombre le abate. Pareciera que progresa, pudiera creerse que alcanza grandes victorias, pero la verdad es otra, será abatido, es decir, no le servirá de nada y todos conocerán su fracaso, porque no son los hombres quienes actúan para poner remedio a este mal, sino Dios mismo. En cambio, al humilde le sustenta la honra. Resulta extraña esta frase, pero es sencilla de entender: el de espíritu humilde obtendrá honores. Es cosa imposible para los hombres, pero es lo que Dios hace con el que sigue a Jesús. Lo sitúa en el lugar de honor. Le hace salir del último asiento en el banquete para sentarlo en el primer lugar. La razón es sencilla: “Él da gracia a los humildes”. La gracia es el recurso propio de Dios que pone a disposición de quienes están empeñados en dejar que el Espíritu Santo reproduzca a Jesús en sus vidas. Posiblemente no se den cuenta de lo que Dios opera en su favor. Es probable que la humildad de vida le produzca quebrantos momentáneos. Es posible que muchos de burlen de él; es previsible que no le respeten; pudiera incluso que lo hicieran sufrir. Sin embargo, es sólo por un momento, porque Dios está empeñado en que sea reconocido como aprobado por Él. No será en el tiempo del hombre, pero ciertamente lo va a ser en el de Dios. Tal vez, en esta reflexión podamos estar diciendo: Es una bendición lejana, que incluso no lo experimentará en esta vida. Pero, notemos algo que sí se alcanza en la experiencia de quien tiene un espíritu humilde: “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas”. Descanso, es decir, paz íntima y personal. La tormenta se abatirá en el exterior, pero habrá paz, profunda paz en el alma. Esta puede ser ahora nuestra experiencia ¿no es cierto que ya estamos sintiendo paz? Podemos aumentar esa paz, alcanzar cotas más altas, en la medida en que el espíritu de humildad de Jesús, sature nuestra vida y conduzca nuestros pasos. No podemos esperar nada mejor que ser humildes para experimentar cada día la grandeza de la gracia que Dios pone a nuestra disposición. Señor, ayúdame a ser cada vez más semejante a ti.

Escrito por:   Pastor Samuel Pérez Millos    Fecha de publicación  6/11/2012 4:03 PM
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