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Desarrollando el espíritu de Servidumbre

La enseñanza de Jesús sobre la servidumbre y el sufrimiento no tenía simplemente la intención de inspirar buen comportamiento. Jesús quería impartir el espíritu de servidumbre, el sentido del compromiso personal y la identidad que El expresó cuando dijo: «... Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve» (Lc. 22:27). En Isaías 42, leemos acerca de las actitudes y motivos internos que el Mesías venidero demostraría como el siervo ideal del Señor. Y los principios de su vida deberían ser una norma para nosotros:
Dependencia. «He aquí mi siervo, yo le sostendré... » (Is. 42:1).
Jesús se despojó a sí mismo de la prerrogativa divina (“se humilló a sí mismo... », Fil. 2:8). Rindió los privilegios de su naturaleza divina y se hizo dependiente de su Padre celestial. Se identificó plenamente a sí mismo con nuestra humanidad. Qué paradoja abrumadora. A medida que nosotros nos «despojamos» del ego y dependemos de Dios, el Espíritu Santo nos usa.
Aprobación. « ... Mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento... » (Is. 42:1). Dios tuvo gran contentamiento en su siervo Jesús. y ese contentamiento era recíproco. En otro pasaje del antiguo Testamento referente al Mesías venidero, el Hijo testifica: «El hacer tu voluntad, Dios mio, me ha agradado... » (Sal. 40:8).
Modestia. «No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles» (Is. 42:2). Ni estridente, ni ostentoso, el siervo de Dios conduce un ministerio que se distingue por la modestia. Qué contraste con la autopropaganda arrogante de los abundantes «sensacionalistas» de hoy, tanto dentro como fuera de la iglesia. Jesús no buscaba los titulares, y no cedió a la confabulación.
Empatía. «No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare... » (Is. 42:3). Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. El siervo del Señor es compasivo con los débiles, comprensivo y misericordioso con los que erran. Pero el Siervo ideal no atropella a los débiles y deficientes. Él sana las heridas y avienta el espíritu débil para que produzca llama. Cuán débilmente ardía el pábilo de Pedro en la sala del juicio, pero qué incendio causó en el día de Pentecostés. El Siervo ideal de Dios hizo de esa vida miserable una llama brillante.
Y ante esto deténgase y pregúntese ¿Somos nosotros más grandes que nuestro Señor? ¿Podernos realizar un ministerio eficaz sin el Espíritu de Dios trabajando a través de nosotros a cada paso? Dios nos ofrece la misma unción. Que nosotros sigamos de cerca al gran Siervo, y al tener el Espíritu , Él nos puede enseñar más del Maestro.
Si usted desea aprender más sobre Liderazgo, le animamos a estudiar el Curso Liderazgo Espiritual. Estas lecciones las encuentra disponibles en el Ciclo de Estudios de Servicio Cristiano.

Escrito por:   O. Sanders - Liderazgo Espiritual    Fecha de publicación  7/3/2012 4:33 PM
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