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Aceptando a Otros - Primera Parte

Una de las razones por las que me gusta hacer las compras en la tienda donde las hago, es que allí también contratan a personas con limitaciones físicas y mentales para ayudar a empacar.  ¿No le parece grandioso estar en contacto gente así?  Uno de ellos siempre me llama “joven”. Especialmente disfruto eso. ¡No hay mucha gente hoy en día que me puede llamar “joven” a mi edad!  Él es un hombre joven que tiene la mitad de la edad que yo tengo, y siempre me dice: “¿Cómo le va joven?”
Generalmente. Me gusta escoger la fila donde él se encuentra empacando, porque así podemos charlar un rato. El otro día le dije que estaba haciendo un excelente trabajo y se le vinieron las lágrimas a los ojos.  ¿No le parece increíble? Uno pensaría que quizás la mitad de la gente que pasa por allí les dice a los empacadores que hacen bien su trabajo.  Él me dijo, “No había escuchado esas palabras en más de un año”.  El gerente de la tienda, quien estaba parado a un metro de distancia, dijo, “¡Vaya! Yo te las dije hace tres meses.”
Este momento puede ser una muy buena oportunidad de tomarse un tiempo y pensar en qué forma usted puede animar a quienes están alrededor suyo.  Empiece en su propio hogar, con su esposa.
Pasé los primeros diez años de mi matrimonio tratando de hacer de que mi esposa Cynthia fuera como yo. No puedo imaginar que haya una cosa peor en este mundo que una versión femenina de Chuck. Y seré honesto, hacer esto, casi destruye nuestro matrimonio. Esto no ocurrió porque ella decidió quedarse y soportarlo.
Nunca olvidaré el momento que Cynthia me dijo, --No quiero que le sigas diciendo a la gente que somos “socios” en el ministerio, porque no lo somos.  Yo tuve a tus hijos, te hago de comer y limpio la casa, pero no soy tu “socia” en el ministerio.--  Entonces añadió, --Tú nunca me has aceptado por quien yo soy realmente.-- Yo le dije, --Si lo he hecho.--  Ella dijo, --No, no lo has hecho.-- Yo le dije, --SÍ, sí lo he hecho.--  Ella dijo,         --¡NO, no lo  has hecho!-- Y yo subía de volumen mi voz y ella también, hasta que ella finalmente salió del lugar llorando, y yo me quedé con todos los platos sucios. Mientras los lavaba pensé, ella tiene razón.

Escrito por:   Charles Swindoll    Fecha de publicación  8/18/2012 10:16 PM
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