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No Temas!

“Y Jehová va delante de ti; el estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides ” (Dt. 31:8).
¿Nos hemos detenido en este versículo? ¿Hemos considerado a lo que Dios se compromete con nosotros? Hay en él cuatro grandes promesas, todas se cumplirán en su tiempo, cuando nos sea necesario. Son además compromisos individuales, el texto está escrito en singular. Debo tomarlas así en este día.
Primeramente hay una promesa de conducción: Jehová va delante de ti. La leo con atención. No dice que irá, cuando me sea necesario, sino que va. En cada momento de mi vida Dios va delante de mí. Es posible que el camino se difumine con la niebla de la desorientación, o no sepa que rumbo seguir en alguna encrucijada, pero Dios va delante, alumbrando la senda y conduciendo mis pasos. De día cubriéndome con la sombra protectora de su presencia, de noche alumbrando mis camino para que no tenga necesidad de detenerme.
Luego me provee de compañía: Él estará contigo. ¿Cuándo? Siempre. Cuando la tristeza por la partida de uno de los míos llene el alma y me sienta sólo, debo entender que Él dice: “Estaré contigo todos los días” (Mt. 28:20). Si la angustia de la aflicción sacude los cimientos más sólidos de mi vida, y de mis ojos manan ríos de lágrimas, debo saber que entonces “enjugará Dios, toda lágrima” (Ap. 21:4). Tal vez llegará el hastío en la carrera cristiana y los pies se detendrán cansados del camino; cuando la ilusión desaparezca y no tenga la voluntad para seguir, oiré el despertar celestial que me dice: “El Maestro está aquí y te llama” (Jn. 11:28). Podré perder todo cuanto tenga y llegar a necesitar un bocado de pan para el día, entonces, tengo que entender que eso es solo una aflicción pasajera, porque “mi Dios suplirá todo lo que me falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:19). En los días alegres, cuando la senda es cómoda y discurre bajo la benéfica luz del sol, cuando el corazón canta y el caminar se hace tranquilo, se que puedo gozarme porque “el gozo de Jehová es mi fuerza” (Neh. 8:10). Al final, en mansiones eternas estaré para siempre con Él.
Aún hay más, nunca seré abandonado porque leo: “no te dejará”. Los hombres fallan, los amigos a veces se alejan, podrá ser incluso que los más íntimos de la familia se vayan, pero “aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá” (Sal. 27:10). La promesa se refuerza: “no te desamparará”. El desamparo es mayor que el abandono. Desamparar es estar al lado del que sufre y no atender a su problema. Yo puedo descansar confiado porque el amparo divino estará siempre disponible para mi necesidad.
Por tanto, el versículo me alienta: “no temas ni te intimides”. Miro adelante y siento temor. Como hombre mis fuerzas se debilitan y la dificultad del camino se levanta como una muralla delante de mí que considero insuperable. Los enemigos rugen a mí alrededor profiriendo amenazas de muerte, pero Dios está conmigo.
¡Oh, alma mía! Descansa ahora. Que tus temores desaparezcan y tus miedos se esfumen. Ven y disfruta de la promesa de Dios y di al Señor: hazme notar tu presencia y fortalece mi fe, para sentir que estás conmigo y que no me dejarás.

Escrito por:   Pastor Samuel Pérez Millos    Fecha de publicación  10/21/2013 3:33 PM
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