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Grandes expectativas
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Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado;... como siempre, ahora también será magnificado Cristo… —Filipenses 1:20 Una vez, le pregunté a un consejero cuáles eran los temas más importantes por los que la gente acudía a él. Sin vacilar, afirmó: «La raíz de muchos problemas son las expectativas frustradas. Si no se tratan, generan enojo y amargura». En nuestros mejores momentos, es fácil esperar encontrarnos en un buen lugar, rodeados de personas que nos quieren y nos elogian. Pero la vida tiene una tendencia a frustrar esas expectativas. ¿Qué hay que hacer? Encerrado en una cárcel y mortificado por algunos creyentes de Roma que no lo apreciaban (Filipenses 1:15-16), Pablo permanecía sorprendentemente entusiasta. Consideraba que Dios le había dado un nuevo campo misionero. Bajo arresto domiciliario, les testificaba de Cristo a los guardias, lo cual introdujo el evangelio en la casa del César. Y aunque sus opositores predicaban el evangelio por motivos equivocados, Cristo era predicado, y Pablo se regocijaba (v. 18). El apóstol nunca esperó estar en un gran lugar ni resultar agradable a todos. Solamente deseaba que Cristo fuera magnificado en él (v. 20). No estaba decepcionado. Si nuestra expectativa es manifestar a Cristo ante quienes nos rodean, sin importar dónde ni con quiénes estemos, nos sentiremos más que satisfechos. El Señor será magnificado.
Que tu única expectativa sea magnificar a Cristo donde y con quien estés.
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Escrito por:
Editores de Nuestro Pan Diario
Fecha de publicación
1/30/2014 10:17 AM
Número de visitantes
3865
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