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Puestos los ojos en Jesús
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“Puestos los ojos en Jesús” (He. 12:2). Una de las condiciones para correr la carrera de la fe es dejar de ver lo que nos rodea, o también separar los ojos de cuanto nos distrae. De ahí que el versículo demande apartar la vista del entorno para fijarla en la meta que es Jesús, donde se producirá el encuentro definitivo con Él. El Señor es el término de la etapa de nuestra vida, pero es también el camino que nos lleva a la victoria final. Todavía más, el que es camino, verdad y vida, ha dejado marcada con sus propios pasos la senda en donde el creyente corre la carrera de la fe: “dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas” (1 P. 2:21). El versículo tiene dos aspectos: Por un lado está la demanda de mirar a lo lejos, “puestos los ojos en Jesús”, al término del camino donde está el premio de la fe. Por otro nos indica que debemos apartar la vista de todo lo que pueda distraer para fijarla sólo en Jesús. No es algo nuevo, sino que todos los que antes han sido ejemplo de vida victoriosa en la carrera de la fe, se sostuvieron “como viendo al Invisible” (He. 11:27). El admirable Dios invisible, se hace visible en Jesús y, aunque no se ve con los ojos naturales, sí se ve con los de la fe. Este mirar a Jesús constituye el ejemplo supremo en la vida, de modo que no se debe desviar la atención de Él si queremos alcanzar la victoria, porque todos somos “más que vencedores por medio de Él (Ro. 8:37). El triunfo de cada día se alcanza sólo por vinculación con Él: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús” (2 Co. 2:14). La advertencia del Señor es firme: “Separados de mí, nada podéis hacer” (Jn. 15:5). No importa cual sea el discurrir de nuestro camino, ni cuales las angustias y conflictos que podamos encontrar en él; si descansamos firmemente en Jesús y vivimos la vida de Él por medio de la fe, tendremos a disposición todos los recursos para una vida victoriosa y podremos decir: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). El final de trayecto será siempre de victoria. Al término de nuestra andadura, si nuestros ojos están puestos en Jesús, podremos decir con gozo: “He peleado la batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Ti. 4:7). Tengo necesidad de mirarle a Él, porque aunque el ejemplo de muchos creyentes fieles sirven de estímulo y referencia, ninguno alcanza la dimensión absoluta de Jesús, porque sólo Él es el “autor y consumador de la fe”. Él fue delante en la carrera victoriosa, abriendo el camino y mostrando el modo de recorrerlo. Es también el que va marcando el tránsito de la vida de fe, dándome ejemplo personal. Él dejó impresas sus huellas en el polvo del mundo, esto es, su propia experiencia como hombre, para que no me pierda en la senda, para que no me desaliente en las pruebas y para que no piense que nunca nadie sufrió lo que yo puedo estar sufriendo. El camino del gozo, de la paz y de la segura esperanza es posible para mí desde la identificación con Aquel que lo recorrió antes. El secreto está en fijar mis ojos en Jesús, “y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gá. 2:20). Señor, que pueda verte claramente en este día, para eso auméntame la fe.
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Escrito por:
Pastor Samuel Pérez Millos
Fecha de publicación
1/7/2015 2:09 PM
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