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Dios presente
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“Y el nombre de la ciudad desde aquel día será Jehová-sama” (Ez. 48:35). Dios se hizo carne para venir a buscarnos. Se hizo presente para sacarnos de nuestro estado de perdidos y hacernos sus hijos. El Eterno se hizo un hombre del tiempo y del espacio; el Infinito, se limitó para hacerse como nosotros; el Creador vino a ser como la criatura, para poder morir por ella y alcanzarnos la bendición del perdón de los pecados, otorgándonos en Él la vida eterna. Nada mejor para este tiempo de gratitud y reconocimiento que el nombre de Dios en el versículo: “Yahweshamah”, Jehová allí, o Jehová presente. La presencia del Señor es una realidad. Su promesa se ha cumplido cada día: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Jn. 14:18). Y para estar cercano está en cada uno de los suyos. Por eso dijo: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20). El testimonio personal de cada uno confirma esta admirable bendición. Cada día de este año estuvo a nuestro lado. Es verdad que hubo momentos de aflicción en donde el llanto fue nuestro pan cotidiano, pero con su gracia se ocupó de enjugar nuestras lágrimas. ¿Y qué diremos de los días de bonanza y de las jornadas de paz? Transcurrieron en Su compañía que las hizo posibles, porque “el Dios de paz” estuvo con nosotros. Los tiempos de las pruebas, entre las que pudo haber ocasiones de soledad, fueron superados porque “El Dios de la paciencia y de la consolación” (Ro. 15:5), cumplió su promesa y estuvo allí. El mundo ha perdido la alegría, muchos también el gozo, pero, en medio de las tempestades de cada día, sentimos calma en medio de la tormenta porque “El Dios de esperanza nos llenó de todo gozo y paz” (Ro. 15:13). ¿Falta en la mesa de Navidad alguno de los nuestros que el Señor trasladó a su presencia? No podremos dejar de sentir su ausencia, pero miramos por encima del presente y sabemos que está “ausente del cuerpo, pero presente al Señor”. La gloria del Amado lo ha rodeado, y Su presencia, que fue real en su vida aquí, alcanzó ya una dimensión perpetua, mientras espera con gozo la reunión eterna con quienes aún transitan el tramo terrenal de la esperanza. Vuelvo mis ojos al texto, y me detengo en el nombre de Dios: “Jehová-sama. Con toda confianza puedo ver el futuro porque en cada instante Él estará allí. Es posible que haya días nublados y que una niebla intensa nos rodee hasta impedir ver la figura del Señor, pero, entonces, podemos extender nuestra mano en medio de ella y sentir el contacto de la suya, porque Él estará allí. Si en Su soberanía permite que la aflicción rodee algún tramo, podemos oír su promesa: “contigo estaré yo en la angustia” (Sal. 91:15). Y cuando el camino concluya, la admirable realidad del encuentro con Jesús, llenará de contenido Su nombre: “Jehová allí”. ¡Oh, Señor, dame la bendición de verte así, compañero de mi camino, aliento y esperanza para mis días, que en cada momento descubra que Jehová está allí. Quiero agradecerte porque así fue hasta ahora, y afirmarme que siempre será así.
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Escrito por:
Pastor Samuel Pérez Millos.
Fecha de publicación
2/3/2017 11:38 PM
Número de visitantes
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