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PROSIGO A LA META
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“... olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13-14). El apóstol olvida y arroja lejos de sí lo que era su gloria en el tiempo pasado. Lo que le atrae, después de que Cristo esté en su vida, son los bienes celestiales que Dios da gratuitamente a todo aquel que cree. Cuando Jesucristo es el centro vital de nuestra existencia, cuando Su gloria llena plenamente nuestro corazón, cuando le vemos como Él es, nos desprendemos gozosamente de cuanto nos era tan querido como un tesoro, para avanzar sólo en Su camino, siguiendo Sus huellas y fijando nuestros ojos en Él. Nuestra alma se llena de profunda paz y de reconocida gratitud por las bendiciones que hemos recibido hasta ahora. No hay nada en la vida que no se haya producido con Su consentimiento. Aquellas cosas que parecen ser una carga han sido permitidas por Él, quien nos ha dado en la experiencia del pasado, la gracia para poder sobrellevar nuestras pruebas. Pero no solo hemos experimentado dificultades, sino que Su amor se ha mantenido día a día con nosotros. No es posible dejar de reconocer, con corazón sincero, Su providencia en cada momento, y la manifestación de Sus misericordias, por eso podemos decir con gratitud: “Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad” (Lam. 3:23). Pero, no es menos cierto, que las gracias recibidas, las bendiciones que nos alcanzaron son como nada, comparadas con las que nos faltan por recibir y la definitiva bendición cuando estemos con Él para siempre. Cuando vemos hacia delante notamos que somos transformados de día en día. Dios ha determinado para nosotros que seamos hechos conforme a la imagen de Jesús, de modo que a lo que hemos llegado hoy, mañana será solo una sombra de aquello a que vamos siendo llevados en Cristo Jesús. Hay momentos en que creemos que ya somos perfectos, que hemos pasado por experiencias únicas, eso impide que adelantemos más. Otros, como pasa con las personas mayores en edad, echamos de menos los tiempos que se han ido. Lo que ocurre es que al sentir nostalgia por el pasado dejamos de avanzar hacia lo que está delante. Nos sumergimos en contemplar las experiencias que han sido y sentimos tristeza por lo que debió haber ocurrido y no ocurrió. El pasado no puede ser recuperado, cuando estamos pendientes de él, destruimos el presente y dejamos de tener interés por el futuro. Esto nos impide que disfrutemos las bendiciones que Dios nos da cada día. Debo entender que el Señor me reserva infinitamente más de lo que me ha dado. Debo correr hacia el premio del supremo llamamiento de Dios. Debo dejar la nostalgia del pasado para extenderme a lo que está delante, saludando las glorias eternas que la gracia me dará en Cristo Jesús. No solo en el tiempo perpetuo cuando esté en Su presencia, sino en la provisión para mañana. Entonces mi horizonte se ensanchará y veré que el amor de Cristo sobrepuja todo entendimiento, llenándome de la plenitud de Dios: Señor, ayúdame a extenderme hacia delante, a estar más cerca de ti.
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Escrito por:
Pastor Samuel Pérez Millos.
Fecha de publicación
3/27/2017 10:35 PM
Número de visitantes
8256
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