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Elementos que hacen a una familia auténticamente cristiana
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En nuestra cultura occidental, ser cristiano, desafortunadamente, ha llegado a ser sinónimo de ser un ser humano. Un basto segmento de la población admite abiertamente ser cristiana, aunque no tiene la más mínima idea de lo que esto significa. Considere mi caso por ejemplo. Mis padres ya eran cristianos cuando yo nací. De modo que llegué a pensar que yo también era cristiano por el solo hecho que mis padres eran cristianos. No fue sino a los 14 años de edad cuando reconocí que aunque mis padres eran cristianos yo no era cristiano, sino un pecador que necesitaba desesperadamente la salvación. Fue entonces cuando recibí a Cristo como mi salvador personal, y recién allí llegué a ser un auténtico cristiano. En el plano familiar puede ocurrir un fenómeno similar. Casi cada familia en Latinoamérica afirmará que es una familia cristiana. Pero ¿lo son en realidad? Examinemos las evidencias para ver si en verdad lo son. Así como para preparar cierta comida se necesita de determinados ingredientes, para que exista una familia cristiana también es necesario ciertos ingredientes. La palabra de Dios nos proporciona los ingredientes indispensables para que exista una familia cristiana. El éxito o el fracaso de la familia cristiana depende de si están o no presentes todos estos ingredientes.
Primero, la fe. La fe siempre necesita de un objeto para confiar. El objeto de la fe en la familia cristiana no es la religión, cualquiera que sea, inclusive la evangélica, tampoco son las posesiones materiales, ni siquiera la sangre azul que supuestamente corre por las venas de los miembros de la familia. El objeto de la fe en una familia cristiana debe ser la persona de Cristo. La fe en la persona de Cristo se manifiesta por medio de recibir a Cristo como Salvador personal. La salvación o el nuevo nacimiento es vital para la existencia de una familia auténticamente cristiana. Juan 3:7 dice: “Os es necesario nacer de nuevo” El nacer de nuevo por recibir a Cristo como Salvador garantiza que los miembros de la familia sean nuevas criaturas, capaces de discernir entre lo que es bueno y lo que es malo para la familia. Conozco muchos hogares muy religiosos, pero a la vez están hablando seriamente sobre el divorcio. Conozco hogares donde todos los miembros son intelectuales de renombre, pero viven en un infierno de odio mutuo entre ellos. Conozco hogares que se han rodeado de todas las comodidades imaginables, sin embargo estos hogares están al borde de la destrucción. Uno se pregunta: ¿Por qué? Si la vida les sonríe, ¿cómo es que no pueden mantener hogares estables? La razón es sencilla. Los miembros de ese hogar nunca han confiado en Cristo como su Salvador y por tanto, con toda su religión, todo su conocimiento intelectual, todo su dinero, contemplan absortos e impotentes el resquebrajamiento del hogar. Bien se ha dicho que por ejemplo, el dinero puede comprar una casa pero no puede comprar un hogar. El dinero puede comprar una cama, pero no el sueño. El dinero puede comprar medicinas, pero no la salud. Solo Cristo en el corazón de los miembros de la familia hará que la familia marche hacia delante en armonía. El primer ingrediente es entonces la fe.
El segundo ingrediente es el amor. El amor sigue a la fe. Sin fe no puede haber amor. Cuando hablo de amor, no me estoy refiriendo solamente al amor romántico, o al amor emocional, o al amor que dice: si me tratas bien te amaré, si me tratas mal no te amaré. El amor del cual estoy hablando es un amor que da sin esperar nada a cambio, un amor que aunque recibe una bofetada, continúa amando. Un amor que no busca otra cosa sino el bien de la persona amada, aun si eso demanda un gran sacrificio por parte de la persona que ama. Este es el tipo de amor que revolucionará cualquier hogar. Es el amor de Dios. Este es el tipo de amor que el mundo no conoce porque proviene de Dios y ha sido derramado sobre los que hemos recibido a Cristo por el Espíritu Santo que nos fue dado. Romanos 5:5 dice: “y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” Si Usted, amigo oyente, ha recibido a Cristo como su Salvador, tenga la certeza plena que tiene el Espíritu Santo morando en su vida y por tanto puede experimentar este tipo de amor. Tenemos ya dos ingredientes de la familia cristiana. Fe y amor.
Un tercer ingrediente es llenura del Espíritu Santo. Los miembros de una familia pueden haber nacido de nuevo por la fe en Cristo, pero aún así no ven en sus vidas el tipo de amor del que hemos hablado. La razón para esto es que no están siendo controlados por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo mora en todo genuino creyente, pero no todo creyente es controlado por el Espíritu Santo. Solamente cuando el Espíritu Santo llena la vida de un creyente, ese creyente es controlado por el Espíritu Santo. Es por esta razón que en la Biblia encontramos mandamientos a ser llenos del Espíritu Santo. Efesios 5:18 dice: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” Cuando una persona está llena de vino, el vino controla el comportamiento de esa persona y el resultado es desastre. Por contraste, cuando el Espíritu Santo llena a una persona, el Espíritu Santo controla la conducta de esa persona y el resultado es el fruto del Espíritu Santo acerca de lo cual nos habla Pablo en Gálatas 5:22-23 donde dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. El ser lleno con el Espíritu Santo no acontece por arte de magia, tampoco es privilegio de solo algunos más favorecidos que otros. La llenura con el Espíritu Santo está en relación directa a la disposición a obedecer lo que Dios dice en su palabra, la Biblia. En otras palabras, obediencia a la palabra de Dios resulta en llenura con el Espíritu Santo. Desobediencia a la palabra de Dios hace que el Espíritu Santo no llene a un creyente y en consecuencia ese creyente no puede ser controlado por el Espíritu Santo. Son tres ya los ingredientes de una familia realmente cristiana: Fe, amor y llenura con el Espíritu Santo.
Rápidamente veamos un ingrediente más. Crianza de los hijos en disciplina y amonestación del Señor. ¿Qué es esto? Pues la triste realidad es que millones de niños están siendo criados en hogares donde prácticamente no existe ninguna preocupación por el bienestar espiritual de los mismos. Muchos padres se preocupan en extremo por rodear de todo tipo de comodidad material a los hijos, la mejor educación, los mejores juguetes, el mejor vestido, pero fracasan en rodearles de una espiritualidad que a la hora de la verdad es mucho más importante que cualquier comodidad material. Los padres de una familia verdaderamente cristiana deben ser los que con su ejemplo de conducta piadosa establecen un modelo de conducta para sus hijos. Deben ser los padres quienes animan a sus hijos a recibir a Cristo en su temprana edad, deben ser los padres quienes animan a los hijos a tener un tiempo a solas con Dios diariamente. La meta de todo padre cristiano debe ser criar a sus hijos en amor, de modo que en su momento, esos hijos dediquen sus vidas al servicio al Señor. ¿Cuáles son los ingredientes de una familia realmente cristiana? Pues, fe, amor, llenura del Espíritu Santo y crianza de los hijos en disciplina y amonestación del Señor.
El quinto ingrediente es apoyo a la iglesia local. En contraste con la típica familia del mundo, que halla su identidad en el mundo, la familia cristiana hace de la iglesia local el centro de las actividades sociales y espirituales de la familia. El plan de Dios para esta edad es dar a conocer a Cristo por medio de la iglesia local. La familia realmente cristiana comprende esto y asigna a la iglesia local la importancia necesaria. No se puede hablar de una familia cristiana si ésta se aísla de la iglesia local.
Finalmente, el sexto ingrediente de una familia realmente cristiana es un compromiso con la permanencia del vínculo matrimonial. En estos días, cuando se ve al divorcio como algo normal y hasta deseable por muchos, es necesario que la familia cristiana adopte una posición bíblica en cuanto a este asunto. Dios odia el divorcio. Malaquías 2:16 dice: “Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales” La solución para los conflictos de la pareja no es el divorcio. Lo único que hace el divorcio es complicar el conflicto existente. El divorcio debe ser visto como algo despreciable. Jesús dijo que por la dureza del corazón del hombre, Moisés les permitió repudiar a sus mujeres, pero que al principio no fue así. El divorcio amigo oyente es totalmente ajeno a los planes de Dios para el matrimonio y por tanto una familia cristiana debe adoptar esta forma de pensar en cuanto al divorcio.
¿Cuáles son los ingredientes de una familia realmente cristiana? Fe, amor, llenura del Espíritu Santo, crianza de los hijos en disciplina y amonestación del Señor, apoyo a la iglesia local y compromiso con la permanencia del vínculo matrimonial. Ahora hagámonos la pregunta. ¿Se ven estos ingredientes en su familia, mi amiga, mi amigo? Si estos ingredientes están presentes entonces su familia es verdaderamente cristiana, pero si estos ingredientes no están presentes, entonces su familia no es cristiana, aún cuando Usted se ufane de que lo es.
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Escrito por:
D.Logacho - La Biblia dice
Fecha de publicación
8/27/2017 12:38 AM
Número de visitantes
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