“Y os restituiré los años que comió la oruga” (Jl. 2:25a).
Juan había perdido su balón nuevo. Acababan de regalárselo por su cumpleaños. Salió emocionado al campo que había cerca de su casa y comenzó a jugar con él. De pronto, golpeó con fuerza y el balón hizo un arco yendo a caer al bosquecillo cercano, por donde discurría un arroyo. Botó al otro lado, y ante los ojos asombrados del muchacho, cayó al agua, viendo como su hermoso regalo se fue con ella. Con muchas lágrimas regresó a su casa contándole a su madre la situación. –No voy a poder vivir sin él, mamá– Decía una y otra vez. Su madre le respondió: –Yo te daré otro, ten paciencia. Un mes después, Juan se despertaba una mañana y vio que a los pies de su cama había un paquete y dentro de él un hermoso balón. Corriendo se abrazó a su madre, dándole las gracias. Ella, le dio: –Si prometo algo, siempre cumplo mi palabra.
Miremos el versículo de hoy. La oruga juntamente con todos los insectos que se mencionan en él, habían destruido el fruto de la tierra. No había nada agradable que ver. Lo que antes había estado verde ahora era tierra desierta. Es ejemplo de los años en que las pruebas nos hacen gemir profundamente. Aquel verdor de nuestra vida se ve cortado por la oruga de la tristeza. Los otros elementos coadyuvaron para hacer aún más penosa la situación. Fueron como años perdidos en nuestra vida. Sin duda lo podemos sentir así, pero Dios los utiliza para prepararnos para una bendición abundante.
Él determina restituir, es decir, hacernos volver a los momentos de las bendiciones y con ellos se producirá la recuperación de la alegría. Dios dice que seremos restituidos por los años que sufrimos y lloramos y, en cierta medida, son como la disciplina que Él permite para afirmar nuestra fe, allanar los caminos, enderezar las sendas y traernos a una nueva experiencia con Él. Es un tiempo en que consideramos las pruebas como una plaga terrible en nuestra vida, y que podemos comparar con los destrozos de la oruga.
Es posible que estés recordando cuando decías: Señor, ¿por qué se acercó a mi campo de felicidad? ¿Por qué tuvo que aparecer destructora en mi vida? Ahora el Señor en Su misericordia promete quitarla, entonces tu corazón volverá a estar lleno de gratitud y gozo para servirle. ¡Bendito sea su Nombre!
Cuando esto se cumpla, y será así conforme a Su promesa, podrás ver el campo de tu vida mucho más verde que antes y recoger una impresionante cosecha de beneficios y privilegios espirituales que nunca hubieses imaginado. Por la gracia abundante y el amor que podrás sentir de Dios, estarás en condiciones de alentar a otros, cuyos campos de vida estén pasando por lo que tú estás pasando ahora.
Mira aún más la bendición que es la oruga que permitió el Señor, has venido a estar más arraigado en la fe que te hace depender de Dios. Podrás aprender humildad de tus experiencias amargas. Los años que consideras como perdidos, serán restituidos por un milagro del amor de Dios. ¿Te parece que esto es una gracia demasiado grande? Cree la promesa del versículo y vive por ella para verla realizada en ti. Es el futuro de la recuperación, el horizonte de la gracia, el destino del amor de Dios que tienes delante de ti. Aprendamos a ser agradecidos a quien hace todo esto por nosotros.