Efesios 6:4 dice: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” Este es el modelo de Dios para la crianza de los hijos en la familia auténticamente cristiana. En nuestro último estudio bíblico tratamos el caso de los sujetos de este mandato. Llegamos a la conclusión que Dios ha designado a los padres la responsabilidad de criar a los hijos.
El mundo aconseja que debe ser la escuela o los medios masivos de comunicación o la iglesia, quien se encargue de moldear la vida de los hijos, pero la Biblia dice otra cosa muy diferente. La Biblia dice que la responsabilidad de criar a los hijos en la familia auténticamente cristiana es del papá y de la mamá. El éxito o el fracaso de una familia depende en buena parte de la seriedad con la cual los padres asumen su papel de criar a los hijos. El gran evangelista Billy Graham, hablando a una multitud en el Madison Square Garden de Nueva York, ofreció a los padres seis sugerencias para cambiar la creciente tendencia hacia la delincuencia juvenil.
- Dedicar tiempo para estar con los hijos.
- Ser un buen ejemplo para los hijos.
- Proveer a los hijos de ideales para vivir.
- Organizar muchas actividades en familia.
- Disciplinar a los hijos con amor y verdad.
- Enseñar a los hijos principios bíblicos acerca de Dios.
Sin lugar a dudas que la participación de los padres en la crianza de los hijos es un poderoso antídoto para contrarrestar la delincuencia juvenil. Una vez que hemos tratado lo referente a los sujetos del mandato, nos corresponde analizar el contenido del mandato. El texto leído en Efesios 6:4 contiene un mandato claro y preciso. El contenido del mandato puede ser dividido en dos partes. Primero: No provoquéis a ira a vuestros hijos, y segundo: Criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
En esta ocasión vamos a considerar solamente la primera parte del contenido del mandato. La responsabilidad de los padres es no provocar a ira a nuestros hijos. Las palabras: “provocar a ira” son la traducción de una sola palabra en el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento, la cual literalmente significa irritar, exasperar, hacer enojar o hacer enfurecer. Por medio de las actitudes o acciones, los padres corren el riesgo de agitar ira en sus hijos. En ocasiones, los hijos responden a esa provocación con una franca rebeldía, pero en otras ocasiones, la ira no se manifiesta de forma externa, sino que se guarda al interior y con el tiempo se transforma en resentimiento o amargura que quema las entrañas. Los hijos no harán nada, ni dirán nada, pero en su interior habrá un volcán que está próximo a erupcionar. Todos los que anhelamos ser padres responsables estamos interesados sobre manera en saber cuales son las actitudes o palabras o acciones que provocan ira en nuestros hijos. Consideremos por ejemplo:
La sobreprotección. Esto ocurre cuando exageramos en el cuidado y supervisión de los hijos, cuando tratamos de mantenerlos encerrados, aislados de todo peligro real o imaginario del exterior. También se produce cuando desconfiamos de nuestros hijos y siempre nos queda la duda sobre la veracidad de algo que nos han dicho. Es correcto y necesario proteger a los hijos, pero es incorrecto sobreprotegerlos. Los hijos necesitan tener oportunidades para ejercitarse en el uso del autocontrol. En un mundo donde tarde o temprano los hijos tendrán que enfrentar por ellos mismos determinados riesgos, es absurdo que los padres no vayamos soltado la cuerda poco a poco, de modo que paulatinamente, los hijos vayan aprendiendo a aprovechar las oportunidades que brinda la vida. Recordemos padres, que nuestros hijos no estarán con nosotros toda la vida. Será mejor entonces que tan pronto como sea posible comencemos a equiparles para que puedan enfrentar con éxito los riesgos y oportunidades del diario vivir. La protección exagerada, posesiva y enfermiza de los padres perfectamente puede resultar en un fuerte sentimiento de ira en los hijos, lo cual, en su oportunidad puede degenerar en acciones drásticas y precipitadas por parte de los hijos. Un gran porcentaje de hijos que abandonan sus hogares prematuramente, lo hacen justamente porque se torna insoportable la sobreprotección de sus padres.
El favoritismo de los padres hacia alguno de los hijos es otra acción de los padres que provoca a ira a los hijos. Isaac por ejemplo favoreció a su hijo Esaú. Mientras que Rebeca favoreció a su hijo Jacob. ¡Qué tragedia que provocó esta situación de favoritismo en el hogar de Isaac y Rebeca! Esaú amenazó con matar a Jacob y Jacob tuvo que huir para conservar la vida. El favoritismo de los padres hacia alguno de los hijos provoca fuertes sentimientos negativos en los demás hijos. Cuidado padres con hacer acepción de personas entres sus hijos. Los resultados pueden ser funestos.
La comparación injusta que los padres hacen hacia los hijos les provoca ira . Me refiero a cuando por ejemplo un padre dice a uno de sus hijos: Mira a tu hermana, ella es tan obediente, tan ordenada, tan pulcra. En cambio tú eres todo un desastre. ¿Cuándo vas a aprender de tu hermana? Esto puede lastimar como Usted no tiene idea la dignidad o autoestima de un hijo y como en lógico, puede derivar en que los hijos sean provocados a ira por sus padres. Cuidado amigo oyente con comparar negativamente a los hijos. No olvide que cada hijo es un mundo aparte. Las comparaciones atentan contra la individualidad de cada uno de los hijos y provocan las típicas rencillas internas en la familia.
Forzarlos a tener éxito también provoca a los hijos. Muchos padres obligan a los hijos a ser perfectos en todo, en los estudios, en los deportes, en los trabajos asignados. Esta presión hace que los hijos se sientan permanentemente frustrados cuando no logran alcanzar las metas que sus padres han impuesto y esto conduce a que los hijos sientan amargura hacia sus padres. Está bien incentivar que los hijos traten de alcanzar metas elevadas, pero está mal forzarlos a lograr metas imposibles de ser alcanzadas.
Señalar sus fallas o defectos y no decir nada sobre sus logros o virtudes. Todo hijo tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles, pero cuando los padres solamente atacamos los puntos débiles y nunca alabamos los puntos fuertes, estamos provocando a ira a los hijos. Un sabio pastor aconseja a los padres a nunca criticar a un hijo por algo malo que ha hecho, sin antes felicitar por algo bueno que ha hecho. A veces es necesario buscar bastante, pero siempre debe compensarse una crítica con una alabanza.
Esperar que los niños se comporten como adultos. Los hijos en su tierna edad están en proceso hacia la madurez. Todavía no han alcanzado un pleno desarrollo ni en lo espiritual, ni en lo emocional, ni en lo intelectual ni en lo físico. Por tanto, es natural que un hijo tierno se comporte como tal. Padres, no esperemos que un niño piense y actúe como adulto. Es natural que los niños derramen la leche sobre la mesa, no lo maltrate por eso. Deje que los niños sean niños. Los niños dicen cosas cómicas como si fuera algo muy serio. Escuchémoslo con seriedad y si tenemos que reírnos, hagámoslo después, no en ese momento. Una vez más, padres, dejemos que los niños sean niños. Exigir que un niño actúe como adulto, solamente trae amargura a la vida del niño, y es contrario a la palabra de Dios por cuanto la palabra de Dios exhorta a los padres a no provocar a ira a los hijos.
Maltrato verbal o físico. Los padres tenemos autoridad sobre los hijos, pero no abusemos de esa autoridad para maltratar a nuestros hijos verbalmente o peor aun físicamente. Cuantas veces no habremos dicho a nuestros hijos cosas que jamás diríamos a otra persona. ¿Acaso nuestros hijos no merecen respeto mayor que el respeto que tenemos para cualquier otra persona? Entonces, ¿Por qué tratamos a nuestros hijos de una manera tan áspera? ¿Por qué montamos en cólera y arremetemos contra nuestros hijos con palabras groseras y hasta golpes? El maltrato físico y verbal de los padres en contra de los hijos conducirá a que los hijos sean provocados a ira, con terribles consecuencias para la familia en general.
Relegar a los niños un plano secundario y no nos interesamos por ellos. Finalmente, otra manera de provocar a ira a los hijos es cuando nosotros padres, nos ocupamos totalmente en nuestros negocios, nuestros trabajos, nuestros, amigos, etc.. El dejar a los hijos en un segundo plano parecerá algo sin importancia inicialmente, pero no tenga la menor duda que los resultados aparecerán en los años de la adolescencia, cuando los hijos saquen la amargura que llevan dentro porque sus padres nunca les dieron la importancia que tienen. El contenido del mandato para los padres tiene primeramente que ver con no provocar a ira a los hijos.
Hemos compartido algunas maneras de provocar a ira a los hijos. Si usted como padre o madre, ya ha caído en muchas de las acciones que provocan a ira a los hijos, es necesario que lo antes posible reconozca el error cometido, pida perdón a sus hijos y se comprometa delante de Dios y delante de ellos a no volver a cometer el mismo error. ¿Le parece difícil? Sin la ayuda del Espíritu Santo es muy difícil. Pero si usted depende del poder del Espíritu Santo podrá hacerlo y de esa manera comenzará una nueva etapa en su familia.
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