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¡Excusas! Primera Parte - Acercándose más a Dios
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Si se nos diera a elegir nunca buscaríamos a Dios. Él, sin embargo, se acerca y nos busca, nos anima a hacer su voluntad, y nos da la capacidad de responder. Cuando se acerca nos sentimos tentados a retroceder, porque raramente es fácil obedecer lo que Él quiere que hagamos. Dios dijo ante la oscuridad: Hágase la luz, y hubo luz. Jesús dijo ante la tormenta: ¡Calla, enmudece!. Y hubo una gran calma. El Señor le dijo a un gran pez que se "tragara" a Jonás, y aquél obedeció. Sin embargo, creemos que tenemos el poder, si no el derecho de desafiar los mandatos divinos. Podemos oponernos firmemente y exclamar con toda convicción: "¡No lo haré!" Y no lo hacemos, por poco tiempo y para nuestro perjuicio. Moisés se enfrentó a Dios cuando se opuso al tipo de trabajo que se le encomendaba en el desierto. Al final, aunque a la fuerza, le dio su consentimiento al gran YO SOY. ¿Qué excusas presentó Moisés? Inmediatamente le vinieron a la mente cinco pretextos. Recuerde , de la abundancia del corazón habla la boca, y posiblemente acabemos por escucharnos en sus quejas. Estas fueron sus excusas:
¡No soy apto. No soy nadie!" ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? (Ex. 3: 11). Moisés se consideró inadecuado para la tarea, y así como cuando nos piden enseñar en la escuela dominical, o compartir el Evangelio con un amigo, somos tentados a decir: "No soy un Lutero, o un Calvino, o un Billy Graham ... ¿quién soy yo para hacer esto?". Moisés no se dio cuenta de que había planteado la pregunta filosófica de los tiempos. Nuestra cultura está particularmente obsesionada con la pregunta: "¿Quién soy yo?" Esposos han dejado a sus esposas para descubrir quiénes son. Madres dejan a sus hijos para encontrar su propia identidad. Sencillamente parece que no sabemos quiénes somos. Entre a una librería cristiana y encontrará docenas de libros sobre el tema general de cómo desarrollar una sana autoimagen. Se nos dice que la gente debe tener una buena opinión de sí misma: tiene que saber qué tan especial es. Nos debe complacer que Moisés le haya hecho a Dios esta pregunta para que podamos entender mejor la opinión del Señor en cuanto a las dimensiones sicológicas de nuestra autopercepción. De manera increíble Dios ignoró la pregunta de Moisés. Sencillamente le dio una promesa: ...Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte (Ex. 3 : 12). ¿Cómo le ayudaría esto a Moisés en cuanto a saber quién es Él? ¡La respuesta a esta pregunta, se encontraba en el hecho de saber quién era Dios! Sólo relacionándonos correctamente con Él podemos establecer ese sentido de identidad, una sana autoimagen. No mejoramos nuestra autoimagen considerándonos superiores, sino pensando correctamente acerca del Dios que nos ama y nos honra con sus promesas. La pregunta de Moisés no era una señal de humildad: pues hablaba con un tono de autodesprecio que revelaba su falta de fe y de disposición para obedecer. Ser humilde significa que veo mis debilidades, pero también la fortaleza de Dios. Detrás de la pregunta de Moisés había una terca incredulidad. La promesa de Dios debió haber sido suficiente para compensar el sentido de inferioridad de Moisés. Aunque no se consideraba apto para la tarea, podía confiar en su constante presencia. Si necesitaba sabiduría, Dios se la daría; si requería poder, Él tenía una provisión sin límites. Dios sería su principal aliado y compañero. Dios más que llamar a Moisés para que fuera a Egipto, llamaba a este desanimado y testarudo pastor para que se acercara a Él. Hoy podemos confiar en la misma promesa. No es necesario que nos aflijamos por nuestro futuro financiero ni nos debe vencer el miedo ante quienes quieren hacernos daño. Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo; No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre (He. 1 3:5-6). Dios no sólo nos da órdenes; también nos capacita para que seamos obedientes. El Todopoderoso acompañaría a Moisés en cada momento. Todo lo que necesitaba era su permanente presencia. ¿Está Moisés satisfecho? ¿Le alegra saber que Dios no lo abandonará? No. Moisés tiene un segundo pretexto. Su problema es más grave. Continué estudiando las Excusas de Moisés, estudiando el curso Acercándose más a Dios, serie que encuentra en el Ciclo de Estudios de Personajes Bíblicos.
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Escrito por:
E. Lutzer - Acercándose más a Dios
Fecha de publicación
7/11/2011 4:42 PM
Número de visitantes
5160
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