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¡No es lo que yo quiero, sino lo que Dios quiere!

Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. 2 Corintios 12:7-10
Tengo que recalcar un hecho fundamental: El propósito de Dios no es  garantizar su felicidad. No importa lo difícil que le resulte creer esto, es tiempo de que lo haga. El propósito no es que usted esté cómodo, feliz, libre de dolores y que alcance el éxito. El propósito es que llegue a ser el hombre o la mujer que Dios le ha llamado a ser. Lamentablemente raras veces oímos predicar ese mensaje hoy en día, razón demás para que lo repita: ¡No es lo que usted quiere! ¡Es lo que Dios quiere! ¿Por qué puedo decirlo con tanta seguridad? Por la respuesta de Saulo: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo. Por eso me complazco en las debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones y angustias por la causa de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (vv. 9, 10). ¡Así es! Saulo lo entendió también, y lo siguió creyendo hasta el último día de su vida.
Cuando usted y yo nos gloriamos de nuestras fuerzas, nosotros recibimos el crédito, y seguimos con los humos en la cabeza. Pero cuando nos gloriamos en lo que Dios está haciendo en medio de nuestra pesadumbre, impotencia e ineptitud, Cristo recibe el crédito. Su fortaleza viene en rescate nuestro, y Él es honrado. Tenga presente eso. Las cosas que tememos y de las que huimos en la vida son precisamente las que le producían complacencia a Saulo. Observe la lista: Me complazco en las pérdidas. Me complazco en las debilidades. Me complazco en los insultos. Me complazco cuando soy difamado. Me complazco en las angustias. Me complazco en las persecuciones. Me complazco en las dificultades y en las presiones tan severas que casi no me dejan mover. ¿Por qué razón? “Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (v. 10). El saber eso ponía al Apóstol, de rodillas, inflamado por las encendidas palabras del cielo. ¡Qué manera de vivir una vida, teniendo gozo en todo, sabiendo que cuando la debilidad humana se hace evidente, la fortaleza divina viene en nuestro auxilio!  Eso es lo que le daba la verdadera firmeza al hombre de gracia. Y lo mismo sucederá con nosotros.

Escrito por:   Charles R. Swindoll    Fecha de publicación  9/19/2011 9:01 AM
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