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La visión de Dios de la Cruz. Segunda Parte

Con frecuencia hoy escuchamos decir que Dios perdona a las personas sobre la base de su amor más que en su sacrificio expiatorio. Las mentes modernas, al racionalizar sus pecados, encuentran difícil entender que Dios sólo puede extender su gracia hacia los pecadores cuando su santa justicia es satisfecha. Justamente ayer, alguien me dijo que era arrogancia sugerir que a un reconocido líder de una religión oriental (y por supuesto un hombre bueno) no se le permitiría entrar al cielo. Sin embargo, la respuesta basada en las Escrituras es ésta: Sólo serán salvos aquellos que por la muerte de Cristo han sido protegidos de la ira de Dios. Para expresarlo más positivamente: sólo aquellos que tengan acreditada la justicia de Cristo crucificado tendrán entrada a la presencia de Dios. Aún en el cielo, la cruz será recordada. Cuando a Juan se le permitió vislumbrar el cielo, nos dijo que había llorado porque no se había encontrado quién abriera el  libro que re presentaba el título de propiedad del universo. Él prosiguió: Uno de los ancianos me dijo: ¡Deja de llorar, que ya el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido! Él sí puede abrir el rollo y sus siete sellos. Entonces vi, en medio de los cuatro seres vivientes y del trono y los ancianos, a un Cordero que estaba de pie y parecía haber sido sacrificado. (Apocalipsis 5:5-6).  Hoy existen muchos "cristos", pero no tienen las marcas de los clavos. Tenemos profesores y gurús que nos dicen cómo vivir una vida más feliz y productiva. Se nos dice cómo podemos llegar a estar "en contacto con la parte más profunda de nuestro interior" y cómo podemos ser espirituales sin ser religiosos. Sin embargo, lo que millones de personas no tienen es un Dios con heridas, un Dios que entró en nuestro mundo y sufrió en nuestro nombre para que nos pudiéramos reconciliar con el Todopoderoso. Tan importante es este acto central de redención que cambió lo incambiable; en realidad, el cielo es diferente por el "Cordero que fue inmolado". La sangre se ha ido, pero las cicatrices permanecen como un recordatorio de nuestro pecado y de su gracia. Lo conoceré, lo conoceré y redimido por Su costado yo me sostendré Lo conoceré, lo conoceré Por las marcas de los clavos en sus manos.  Nadie que pase por alto la cruz puede experimentar el favor eterno de Dios. Ésta es la bisagra sobre la cual gira la puerta de la historia. La cruz es el eje que mantiene en total unidad los propósitos de Dios. Los profetas de! Antiguo Testamento apuntaban hacia ella, y en el Nuevo los discípulos la proclamaron. Cuando nos "aferramos a la cruz", como nos anima a hacerlo un conocido coro, no lo hacemos por simple sentimentalismo. La cruz es el centro de nuestro mensaje y de nuestro poder para combatir la oscuridad que nos rodea.

Libro: Clamores desde la Cruz Editorial Portavoz

Escrito por:   E.Lutzer    Fecha de publicación  4/4/2010 12:06 AM
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