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Cualidades esenciales del Liderazgo

Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios; no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera .... 1 Timoteo 3:2-7
Jesús adiestró a sus discípulos de un modo espléndido para sus futuras misiones. Les enseñó por precepto y ejemplo; impartía su enseñanza «en el camino». Jesús no les pidió a los doce que se sentaran y tomaran notas en un aula formal. Las aulas de Jesús eran los caminos de la vida; sus principios y valores los recibieron en medio de la experiencia diaria. Jesús colocaba a los discípulos en internados (Le. 10:17-24) que les permitían aprender mediante el fracaso y el éxito (Mr. 9:1429). Les delegó autoridad y responsabilidad a medida que podían soportarlas. La enseñanza maravillosa de Jesús en Juan 13 al 16 fue el discurso de graduación para ellos. Dios prepara líderes teniendo en cuenta el lugar y la tarea específicos. Los métodos de entrenamiento se adaptan a la misión, y los dones naturales y espirituales se otorgan con un propósito claro. Un ejemplo de esto es Pablo, quien jamás podría haber realizado tanto sin un entrenamiento dirigido y el talento divino.
De forma similar, Dios preparó a Adoniram Judson para que fuera a Birmania como misionero pionero, y le dio a este líder extraordinario las cualidades necesarias para que diseminara el evangelio en el subcontinente de la India: confianza en sí mismo equilibrada por la humildad, energía restringida por la prudencia, el olvidarse de sí mismo, coraje, y pasión por las almas. Se ha descrito a Martín Lutero como a un hombre accesible, sin vanidad personal, y tan sencillo en sus gustos que la gente se preguntaba cómo podía sustentar su vida con tan poco. Tenía sentido común, un humor juguetón, una risa ávida, era sincero y honesto. Agregados a esas cualidades estaban su coraje, convicción, y pasión por Cristo. No es extraño que inspirara una lealtad que tenía la fortaleza del acero.
El profesor G. Warneck describió a Hudson Taylor, el misionero pionero que fue a la China, con estas palabras: «Un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, de rendición total a Dios y su llamado, de gran abnegación, genuina compasión, de raro poder en la oración, maravillosa facultad de organización, perseverancia infatigable, y de asombrosa influencia con los hombres, además de una simplicidad pueril en su persona.»' Dios le dio a estos líderes dones y talentos que eran adecuados para la misión a la cual fueron llamados. Lo que elevó a estos hombres por encima de sus congéneres fue el grado al que desarrollaron dichos dones mediante devoción y disciplina.

Disciplina
Sin esta cualidad indispensable, todos los demás dones quedan como enanos: no pueden crecer. Por lo tanto, la disciplina aparece primero en nuestra lista. Antes que podamos conquistar el mundo, debemos conquistar el ego. Un líder es una persona que ha aprendido a obedecer una disciplina impuesta desde afuera, y que luego ha adoptado una disciplina más rigurosa desde adentro. Los que se rebelan contra la autoridad y desdeñan la autodisciplina -que rehuyen los rigores y se alejan de los sacrificios-no califican para el liderazgo. Muchos que abandonan el ministerio tienen suficientes dones, pero tienen muchos aspectos importantes de la vida que flotan libres del control del Espíritu Santo. La persona que es haragana y desorganizada nunca se muestra capaz de enfrentar al verdadero liderazgo.
Muchos que aspiran al liderazgo fracasan porque nunca han aprendido a seguir. Son como los muchachos que juegan a la guerra en las calles, pero todo está callado. Cuando se les pregunta: «¿Hay una tregua?» ellos responden: «No, todos somos generales. Nadie quiere obedecer la orden de atacar.» Donald Barnhouse anotó con interés que la edad promedio de las 40.000 personas en la lista del Who ls Who in America [Quién es quién en los Estados Unidos]-la gente que gobierna el país-era menos de veintiocho años. La disciplina en la juventud que está dispuesta a hacer sacrificios a fin de adquirir la preparación adecuada para la tarea vitalicia, prepara el camino para las grandes realizaciones.' Un gran estadista pronunció un discurso y cambió el curso de los asuntos nacionales. «¿Puedo preguntarle cuánto tiempo dedicó para preparar ese discurso?» le preguntó un admirador. «Toda mi vida», le respondió. El joven con calibre de liderazgo trabajará mientras otros desperdician el tiempo, estudiará mientras los otros dormitan, orará mientras los otros sueñan despiertos. Los hábitos perezosos deben vencerse, ya sea en el modo de pensar, de obrar, o de vestir.
El líder emergente se alimenta correctamente, para estar firme en sus convicciones, y se prepara para enfrentar la oposición. Sin renuencia emprende la desagradable tarea que otros evitan o el deber oculto que otros esquivan porque no produce aplauso público. A medida que el Espíritu llena su vida, aprende a no evadir las situaciones difíciles o alejarse de personas impacientes. Con mucha bondad y coraje administrará reprensión cuando sea necesario, o ejercitará la disciplina necesaria cuando los intereses del Señor la demanden. No obrará con dilación, sino que preferirá abocar las tareas más difíciles primero.

Visión
Los hombres que influyeron sus generaciones de manera más poderosa y permanente fueron personas con visión  -personas que vieron más y más lejos que otras-, personas de fe, porque la fe es visión. Moisés fue uno de los más grandes líderes de toda la historia, “porque se sostuvo como viendo al Invisible”. Su fe le impartía visión. El siervo de Elías vio vívidamente el vasto ejército que rodeaba el lugar, pero Elías vio las huestes celestiales.  Su fe le impartió visión.
Charles Cowman, fundador de la Misión Oriental, misionero y evangelista en Japón era “un hombre de visión. Durante toda su vida parecía ver lo que la multitud no veía, y ver con más amplitud y plenitud que muchos de su propia época. Era un hombre de horizontes distantes.”!
La visión involucra previsión así como también discernimiento. Un líder debe poder ver los resultados finales de las políticas y métodos por los que aboga. El liderazgo responsable siempre mira adelante para ver cómo el plan de acción afectará a las generaciones futuras. Los grandes misioneros pioneros fueron gente de visión. Carey vio a todo el globo terráqueo mientras sus congéneres misioneros definían al mundo como las fronteras de sus parroquias. Henry Martyn veía la obra misionera en la India, Persia y Arabia --el mundo musulmán-mientras la iglesia de donde venía altercaba sobre desacuerdos teológicos triviales. La gente dice de A. B. Simpson: «El trabajo de toda su vida parecía avanzar laboriosamente solo, a tiempo que sus congéneres no veían nada digno de explorar.»
Los fariseos miraron a Pedro y sólo vieron a un pescador analfabeto. Jesús vio a Pedro como profeta y predicador, un santo y líder que ayudó a trastornar el mundo. La visión incluye optimismo y esperanza. El pesimista ve la dificultad en cada oportunidad. El optimista ve la oportunidad en cada dificultad. El pesimista tiende a detener a la gente de visión para que sigan adelante. La precaución tiene que desempeñar su papel. La persona precavida ayuda al líder optimista a ser realista. Todos vivimos en un mundo real de limitación e inercia. Los cristianos precavidos sacan valiosas lecciones de la historia y la tradición, pero corren peligro de quedarse encadenados al pasado. La persona que ve las dificultades con tanta claridad que no le permiten discernir las posibilidades, no puede inspirar una visión en los demás.

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Escrito por:   O. Sanders - Liderazgo Espiritual    Fecha de publicación  7/13/2017 3:19 PM
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